San Marcos de Roma, papa
En Roma, san Marcos, papa, que fundó el título «in Palacinis» y edificó una basílica en el cementerio de Balbina, en la vía Ardeatina, donde fue sepultado.
San Marcos era romano de origen y sirvió a Dios en el clero de dicha Iglesia. Fue el primer Papa elegido después de que Constantino dio carta de ciudadanía a la Iglesia. El santo no se dejó llevar por la bonanza de las nuevas circunstancias, sino que redobló su celo en aquella era de paz, sabedor de que el demonio jamás concede una tregua a los cristianos. San Marcos, que había trabajado ardientemente por la Iglesia durante el pontificado de San Silvestre, fue elevado a la sede apostólica el 18 de enero de 336. Sólo ciñó la tiara pontificia durante ocho meses y veinte días, ya que murió el 7 de octubre del mismo año. Probablemente fue él quien fundó la iglesia de su nombre, pero además, construyó otra en el cementerio de Balbina. No es imposible que la costumbre de que el obispo de Ostia consagre al obispo de Roma date de su época. Algunos autores atribuyen a san Dámaso un poema sobre san Marcos, que dice:
Fue la vida de Marcos, como todos sabemos,
con la boca de Dios enseñar a rechazar el mundo,
conservando -tal como enseñaba a todos-
la honorabilidad de la vida;
penetrados de virtud los rincones del corazón,
siendo [él] tu guardián fuiste perfecto amigo de Cristo.
Dámaso rinde homenaje a tu túmulo:
aquí [descansa] Marcos, la vida de Marcos,
en la fe, compartiendo el Nombre y los méritos [de Cristo].
Acta Sanctorum, oct., vol. III. Véase también Liber Pontiftcalis (ed. Duchesne), vol. I, pp. 202-204. El epitafio de san Dámaso en Migne PL, 1,387
Beato Martín Cid, abad
En el monasterio de Bellafuente, llamado después Valparaíso, en el reino de León, beato Martín, llamado Cid, que fundó este cenobio y lo agregó a la Orden Cisterciense.
San Martín, decoroso ornamento de la reforma del Císter, nació en la Ciudad de Zamora o en su territorio. De su infancia y juventud no tenemos noticias, sino que lo conocemos ya clérigo. Y aunque la conducta que observaba Martín no podia ser mas recta, como le llamaba Dios a un grado eminente, le inspiró ardientísimos deseos de vida mas retirada. Eligió así para su retiro una espantosa cueva cerca de Paleas, pueblo del Obispado de Zamora, donde se entregó a los rigores de una penitencia sin límites.
Supo que la misma gruta habia servido de abrigo a varios ladrones, y queriendo convertir la que fue morad» de malhechores en casa de edificacion, erigió en ella un famoso Hospital para refugio de los pobres, a quienes asistía con caridad junto con algunos otros piadosos compañeros, que reunidos con el Santo, se ejercitaban a su ejemplo en obras de misericordia. Agradó mucho a Martín la observancia del célebre Monasterio de Moreruela, que siendo de la Orden de San Benito abrazó la reforma del Císter, y encendido en vivísimos deseos de profesar en un instituto que merecia tantos elogios de los hombres más eminentes, rogó al Obispo de Zamora que interpusiese su autoridad con san Bernardo, Abad de Claraval, a fin de que enviase algunos Monjes a su Hospital, a establecer en él la reforma del Císter, ofreciéndose Martín a abrazarla con todos sus compañeros.
Hizo el Obispo de Zamora el empeño con san Bernardo, y condescendiendo éste con las súplicas de aquel prelado, envió algunos Monjes de Claraval, para que estableciesen la nueva reforma en el Hospital de Martín. Era preciso nombrar Superior de aquella comunidad, y conociendo todos que en el venerable Fundador concurrían todas las cualidades que exigia el cargo, le eligieron Abad muy contra su voluntad, puesto que sus deseos no eran otros que los de santificarse en las humillaciones. Persuadido Martín que el Superior debe serlo tanto en las virtudes, como en la dignidad, se dedicó enteramente a que en sus acciones viesen los súbditos lo mismo que persuadia con sus palabras.
Se esparció por toda la región la fama del insigne Abad, y edificado el Rey Don Alonso VII de ver la penitente vida de Martín, le concedió las Villas de Cubo y de Cubeto, para que erigiese un nuevo monasterio en honor de la Santísima Virgen, como consta por su Real Privilegio del año 1137. Labró en efecto el Siervo de Dios el Monasterio conforme a la voluntad del Rey, el que se llamó de Santa María de Vellofonte, tomando esta denominacion de una fuente cristalina inmediata, y tambien se llamó de Paleas por estar junto a este Pueblo. Lo Gobernó Martín por espacio de quince años, y aunque no nos dicen los Escritores de sus Actas las acciones expecíficas del insigne Abad en todo este tiempo, todos convienen, en que condujo a un gran número de religiosos a la perfección.
Murió, «esclarecido en triunfos, y glorioso en milagros», el dia 7 de Octubre del año 1152. Depositaron los monjes el cuerpo en el mismo Monasterio de Santa María de Vellofonte, y dignándose el Señor hacer célebre el sepulcro de su siervo con repetidos prodigios, se aumentó considerablemente su devocion.
Padecían los Monjes muchos trabajos por las grandes incomidades que les causaba la desigualdad del temperamento del sitio, y condolido Fernando III, Rey de Castilla y de León, célebre por su piedad, trasladó aquella ilustre comunidad al nuevo Monasterio que hizo construir a sus expensas en un sitio ameno, queriendo que se llamase en adelante Val-paraíso, o bien por lo delicioso del lugar, o bien por la ventajosa proporcion que ofrecía a la conversación de muchos santos, lo que consta por su Real Privilegio despachado en Ávila a 2 de Noviembre de 1232. Con este motivo se trasladó el cuerpo de san Martín a la capilla bajo su advocacion en el nuevo monasterio, en la que se mantuvo la gran veneración por espacio de trescientos ochenta y siete años, hasta que se hizo la última traslación de sus reliquias, el dia 7 de octubre de 1619, a un magnífico tabernáculo cerca del Altar mayor.
P. Juan Croisset, S.J. (Juan de Croiset, dice la portadilla), en redacción correspondiente de D. Juan Julián Caparrós, tomo II, pág 259 a 263, edición de 1797. El monasterio desapareció a fines del XIX. La traslación de los restos servía en la época como signo de canonización, aunque propiamente hablando no hay del beato Martín ni canonización formal ni confirmación de culto.






