Evangelio según San Lucas 10,38-42.
Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra.
Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude».
Pero el Señor le respondió: «Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas,
y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada».
“Jesús empezó a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho…, ser ejecutado y resucitar al tercer día” (Mt 16,21)
Nuestro Señor decía a sus discípulos que eran felices a causa de lo que veían (Lc 10,23). Si lo miramos de cerca, deberíamos nosotros también ser felices, porque vemos a Nuestro Señor Jesucristo mucho más perfectamente que los discípulos tales como san Pedro o san Juan. Ellos veían a un hombre pobre, débil, sufriente, mortal, mientras que nosotros, gracias a nuestra fe santa y preciosa, vemos a un Dios digno de adoración, poderoso, Señor del cielo y de la tierra y que lo ha creado todo de la nada. Si lo consideramos bien, nuestros ojos, sí, nuestras almas, encuentran su felicidad eterna. Mis queridos hijos, los grandes teólogos y los doctores de la escuela discuten para llegar a saber qué es lo más importante: si el conocimiento o el amor. Pero nosotros, hablaremos gustosamente de lo que dicen los maestros de vida, porque cuando llegaremos al cielo, veremos entonces la verdad de todas las cosas. ¿No es cierto que Nuestro Señor dijo: “Una sola cosa es necesaria”? ¿Cuál es esta única cosa necesaria? Lo único necesario es que reconozcas tu debilidad y tu miseria. Nada puedes reivindicar; por ti mismo nada eres. Es por esta única cosa necesaria que Nuestro Señor sufrió una angustia tal, hasta llegar a sudar sangre. Es porque no hemos querido reconocer esta única cosa necesaria que el Señor, desde la cruz, exclamó: “¡Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?!” (Mt 27,46). Sí, era necesario que el salvador, nuestro único necesario, fuera completamente abandonado por todos los hombres. Querido hijo, deja de lado todo esto que yo mismo y todos los maestros hemos podido enseñar, toda la vida activa, toda contemplación, toda alta consideración, y estudia solamente esta única cosa, de tal manera que te sea concedida, y habrás trabajado bien. Por eso Nuestro Señor decía: “María ha escogido la mejor parte”, sí, la mejor de todas. En verdad, si tú pudieras llegar a obtenerla, lo habrías obtenido todo: no solo una parte, sino todo.







Juan Taulero (c. 1300-1361) dominico en Estrasburgo