Santoral: San Carlos Lwanga, doce compañeros mártires y San Morando, monje y presbítero

Santos Carlos Lwanga y doce compañeros, mártires

Memoria de los santos Carlos Lwanga y doce compañeros, todos ellos de edades comprendidas entre los catorce y los treinta años, que perteneciendo a la corte de jóvenes nobles o al cuerpo de guardia del rey Mwanga, de Uganda, y siendo neófitos o seguidores de la fe católica, por no ceder a los deseos impuros del monarca murieron en la colina Namugongo, degollados o quemados vivos. Estos son sus nombres: Mbaya Tuzinde, Bruno Seronuma, Jacobo Buzabaliao, Kizito, Ambrosio Kibuka, Mgagga, Gyavira, Achilles Kiwanuka, Adolfo Ludigo Mkasa, Mukasa Kiriwanvu, Anatolius Kiriggwajjo y Lucas Banabakintu.

En 1879, los Padres Blancos del Cardenal Lavigerie establecieron en la partes incultas del África las primeras misiones católicas. Las misiones progresaron en Uganda por el apoyo que prestó el regente local Mtesa a los Cristianos.   En cambio, Mwanga, su sucesor, parecía decidido a desarraigar el Cristianismo de su pueblo, sobre todo cuando uno de sus súbditos, un católico servidor del palacio San José Mkasa, hizo reproches de los abominables vicios que practicaba.

El 15 de noviembre de1885, Mwanga se valió de un pretexto cualquiera y mandó decapitar a José Mkasa. Los cristianos lejos de atemorizarse, continuaron con sus actividades.   En mayo del año siguiente, estalló la tempestad. Los cristianos fueron capturados y llamados ante el rey. Este les preguntó si tenían la intención de seguir siendo cristianos, «¡ Hasta la muerte!», respondieron ellos al unísono.   El rey ordenó que la ejecución se haga en un lugar llamado Namugongo, a 60 Km. de distancia. A tres de los jóvenes mártires se les quitó la vida cuando iban por el camino; los restantes fueron encerrados en la prisión de Namugongo, bajo condiciones infrahumanas.

El 3 de junio de 1886, día de la Ascensión, fueron sacados de la prisión; envueltos en unos juncos y, ordenados en fila, se les prendió fuego. Carlos Lwanga, Andrés Kagwa, y otros veinte jóvenes fueron beatificados en 1920. El 18 de octubre de 1964, el Papa Pablo VI canonizó a los 22 mártires de Uganda.

Oremos

Señor Dios, que has querido que la sangre de los mártires sea semilla de nuevos cristianos, haz que el campo de tu Iglesia, regado con la sangre de san Carlos Lwanga y de sus compañeros mártires, produzca abundante cosecha para tu reino. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

San Morando, monje y presbítero

En la aldea de Altkirch, en la región de Basilea, entre los helvecios, san Morando, monje, oriundo de Renania, que de presbítero peregrinó a Compostela y, al regresar, se hizo monje en Cluny, fundando después el monasterio donde terminó su intensa vida.

Al parecer, los padres de Morando eran nobles personajes que vivían en el valle del Rin, cerca de Worms, donde el joven recibió su educación, en la escuela de la catedral. Tras su ordenación sacerdotal, emprendió una peregrinación a Santiago de Compostela. Por el camino, se detuvo en Cluny y quedó tan profundamente impresionado por la santa vida de los monjes que, al regresar de Compostela, tomó los hábitos de manos de san Hugo. Ahí siguió avanzando por el camino de la perfección tan rápidamente, que en poco tiempo se consideraba que Morando sobrepasaba a la mayoría de sus hermanos en santidad y fidelidad a la regla. Pasó los primeros años de su vida religiosa en una u otra de las casas de Cluny en Auvernia, pero no estaba destinado a permanecer en Francia. Al iniciarse el siglo XII, el conde Frederick Pferz, magnate de Sandgau, de la baja Alsacia, reconstruyó la iglesia de San Cristóbal, edificada por sus antepasados cerca del sitio donde ahora se encuentra la ciudad de Altkirch. El conde solicitó a san Hugo que le enviara algunos monjes de Cluny para atender la iglesia y a los fieles. Cuando llegó el grupo encabezado por el abad Constancio, éste cayó en la cuenta de que, si se trataba de desarrollar un trabajo de misión, era indispensable conocer bien el alemán. Al informar de esto a Cluny, los superiores destinaron a Morando, que conocía el francés tan bien como el alemán, para hacerse cargo del puesto.

 

Pronto se comprobó que la elección había sido muy acertada, porque Morando estaba dotado con el espíritu del misionero y las gentes le escuchaban y le seguían con gusto. Sin cuidarse de las fatigas, de la nieve o de la lluvia, se iba a campo traviesa, sin capuchón y con ropas de peregrino, en busca de pecadores para devolverlos al redil. Sus virtudes y su elocuencia fueron los motivos que crearon su reputación de obrar milagros. El conde Frederick, que sufría de parálisis facial, quedó sano gracias a san Morando y, desde entonces, no hacía nada sin consultar previamente al santo. Se afirma que tan sólo con hacer el signo de la cruz, extinguió un incendio que amenazaba destruir el monasterio y por ese mismo procedimiento devolvió la salud a numerosos enfermos. Todos los viernes visitaba el santuario de Nuestra Señora de Gildwiller, que tiene fama de ser el más antiguo de Alsacia; en honor suyo, las gentes del lugar llamaron Fuente de San Morand a un arroyo junto al cual descansaba el santo en su peregrinación semanal. Murió alrededor del 1115. Tal vez en razón de la creencia tradicional de que san Morando ayunó durante toda una Cuaresma sin otro alimento que un racimo de uvas, se le considera como patrón de los cultivadores de la vid.

 

La biografía medieval de san Morand, presentada en el Acta Sanctorum, junio, vol. I, muestra demasiada parcialidad en favor del personaje; debe haber sido escrita menos de medio siglo después de su muerte, cuando la devoción popular hacia el santo estaba en su apogeo en toda Alsacia. Hay considerable material literario sobre el aspecto arqueológico y sobre el culto. Véase sobre todo a J. Clauss, Historisch-topographisches Wórterbuch des Elsass, pp. 974 y ss; una obra más reducida del mismo autor. Die Heiligen des Eslass (1935). Las representaciones en el arte han sido tratadas por Künstle, Ikonographie, vol. II, p. 445; el aspecto folklórico, en Archives Suisses des Traditions Populaires, vol. VIII (1904), p. 220 y ss.

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
  • Luciano Gonzalez

    Locutor- Productor- Editor

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