Santos del día: Beato Diego Carvalho, presbítero y mártir y Beata Isabel de Francia, virgen y fundadora

Beato Diego Carvalho, presbítero y mártir

En la población de Sendai, en Japón, beato Diego Carvalho, presbítero de la Orden de la Compañía de Jesús y mártir, que tras soportar injurias, cárceles y fatigosas caminatas realizadas en pleno invierno, con fe intrépida confesó a Cristo, junto con sus compañeros, en el suplicio del agua helada.

Hubo dos sacerdotes jesuitas con el apellido de Carvalho, beatificados tras de haber muerto martirizados en el Japón en el año de 1624 (así como un fraile Agustino del mismo apellido que sufrió el martirio en 1623). Ambos eran portugueses, pero no estaban emparentados. Los sitios de su ejecución estaban a varios kilómetros de distancia uno del otro; en febrero murió el primero, expuesto al frío, y en agosto pereció el segundo (Miguel) en la hoguera. El beato Diego Carvalho (llamado a menudo Didacus, en latín), nació en Coimbra en 1578. A los veintidós años abandonó Portugal para trasladarse al Extremo Oriente, fue ordenado sacerdote en Macao y durante cinco años trabajó en los alrededores de Kioto, o de Miyako (i.e. capital) como se le llamaba entonces, hasta 1614, cuando estalló la terrible persecución. No se sabe a ciencia cierta si el padre Diego fue deportado o si se retiró por órdenes de sus superiores, pero el caso es que, al finalizar aquel año, partió de Macao con el padre Buzomi para iniciar una misión en Conchinchina. Pero en 1617, regresó al Japón y pasó el resto de su vida bajo condiciones muy arduas, en los distritos más boreales de la isla central. Por lo menos en dos ocasiones llegó hasta Yezo (llamada ahora Hokaido) y fue el primer sacerdote cristiano que ofició la misa en aquel lugar. También allí tuvo contacto con los aínos, de quienes dejó una interesante descripción en una de sus cartas.

 

La persecución hizo crisis en el invierno de 1623 a 1624. El padre Diego y otros cristianos fugitivos, escondidos en un remoto valle entre las colinas, fueron al fin descubiertos por las huellas que dejaron sobre la nieve. Existe un terrible relato sobre la brutalidad con que aquellos hombres fueron tratados después de su captura. A pesar de que se había desatado una tormenta de nieve y el frío era muy intenso. se les despojó de sus ropas hasta dejarlos medio desnudos, aguardando durante horas a la intemperie. Se les reunió atándolos en cuerda y fueron arriados para caminar a pie durante varios días, hasta Sendai. Dos cristianos del grupo, incapaces de seguir adelante, fueron decapitados allí mismo, y los soldados de la escolta probaron el filo de sus espadas cortando en pedazos los cadáveres desnudos.

 

Cuando llegaron a Sendai, el frío era intensísimo. El 18 de febrero, el padre Diego y unos nueve japoneses fueron despojados de las escasas vestiduras que aún les cubrían y les ataron sus manos por detrás a unas estacas clavadas dentro de agujeros llenos de agua helada. El tormento consistía en obligar a los mártires a sentarse en el agua y volverse a levantar a fin de que el hielo se formara sobre sus carnes. Al cabo de tres horas de este suplicio, se les sacaba de los agujeros y se les invitaba a renegar de su religión. Después de la primera etapa, dos de los mártires, imposibilitados para moverse, murieron sobre el suelo, a donde habían caído agonizantes. El padre Diego, quizá por habérsele dispensado algunas consideraciones durante la jornada, mostró mayor resistencia que los demás. Tras de aquella primera prueba, se puso en cuclillas a la manera japonesa y se concentró en la oración. Durante los cuatro días siguientes se hicieron nuevos intentos para convencer a los mártires de que renunciaran al cristianismo, pero sin resultado alguno. El 22 de febrero se reanudó el tormento. Durante toda la mañana estuvieron en los charcos, rezando lo más alto que podían, alentados por el sacerdote, que no cesaba de consolarlos con sus palabras. En el curso de la tarde, siete cadáveres colgaban de las estacas y, al caer el sol, únicamente el padre Diego seguía con vida. De acuerdo con el testimonio de algunos fieles que osaron acercarse a contemplar la horrible escena, murió a la medianoche. A la mañana siguiente, los cuerpos de las víctimas fueron cortados en pedazos y arrojados al río, pero la cabeza del padre Diego y las de otros cuatro mártires fueron recuperadas y conservadas como reliquias.

 

Beata Isabel de Francia, virgen y fundadora

 
En Longchamp, suburbio de París, en Francia, beata Isabel, virgen, que, siendo hermana del rey san Luis IX, renunció a un matrimonio de realeza, así como a preeminencias mundanas, y fue fundadora de un monasterio de Hermanas Menores, con las que sirvió a Dios en humildad y pobreza.
 
Hija de Luis VIII y de su esposa, Blanche de Castille, nació en Marzo de 1225 y murió en Longchamp el 23 de febrero de 1270.

San Luis IX rey de Francia (1226-70), era su hermano.

Cuando aun era un niña en la corte, Isabel o Elizabeth mostró una extraordinaria devoción a ejercicios de piedad, modestia, y otras virtudes. Por Bula del 26 de Mayo de 1254, Inocencio IV, le permitió conservar algún padre franciscano como su confesor especial.

Ella era aun mas devota a la orden franciscana que a su hermano real. Ella no sólo interrumpió su contrato con una cuenta, sino por otra parte rechazó la mano de Conrado, hijo del emperador alemán Frederick II, aunque fue presionada para aceptarlo por todos, incluso por el Papa Inocencio IV, que sin embargo no vaciló posteriormente (1254) en elogiar su determinación fija para seguir siendo una virgen.

Como Isabel deseaba encontrar un convento, Luis IX empezó en 1255 a adquirir la tierra necesaria en el bosque de Rouvray, no lejos del Seine, y en el vecindario de Paris. El 10 de Junio de 1256, la primera piedra del convento de la Iglesia fue puesta. La construcción aparentaba ser terminada a comienzos del año 1259, porque Alexander IV dio su sanción el 2 de febrero de 1259, en la nueva regla, la cual Isabel había compilado por los Franciscanos Mansuetus en base a la regla de la orden de San Clare.

Estas reglas fueron elaboradas solamente para este convento, por el que fue nombrado el monasterio de la Humildad de la Bendita Virgen (Monasterium Humilitatis B. Mariæ Virginis). Las hermanas se llamaban en regla «Sorores Ordinis humilium ancillarum Beatissimf Marif Virginis». El ayuno no era tan estricto como en la regla de San Clare; se permitió a la comunidad llevar a cabo la características apropiadas, y las hermanas tenia el tema de Minorites.

La primera hermana vino del convento de los Poor Clares en Reims. Isabel misma nunca había incorporado un claustro pero a partir de 1260 (o de 1263) ella siguió las reglas en su propio hogar. Isabel no estuvo satisfecha con la primera regla elaborada, y por lo tanto sometida a través de la agencia de su hermano Louis IX, que también había asegurado la confirmación de la primera regla, una regla revisada por Urban IV. Urban aprobó esta nueva constitución el 27 de julio de 1263.

La diferencia entre las dos reglas consistió para la mayor parte en observancias exteriores y alteraciones de menor importancia. Esta nueva regla también fue adoptada en unas ordenes de San Clare en Francia e Italia, pero uno no puede decir de ninguna manera que formaron a una congregación distinta en base a la regla del Isabela.

En la nueva regla Urban IV da a monjas de Longchamp el título oficial del «Sorores Minores inclusæ», que fue pensado sin duda para acentuar una unión más cercana con la orden de Friars Minor.

Después de una vida de mortificación y de virtud, Isabela murió en su casa en Longchamp el 23 de febrero de 1270, y fue enterrado en la iglesia del convento. Después de nueve días su cuerpo fue exhumado, pero no mostró prueba alguna del decaimiento, y muchos milagros eran labrados en su sepulcro.

En 1521 Leo X permitió a la abadía de Longchamp celebrara su fiesta con una oficina especial. El 4 de junio de 1637, una segunda exhumación ocurrió. El 25 de enero 1688, las monjas obtuvieron permiso de celebrar su fiesta con una octava, y en 1696 la celebración de la fiesta el 31 de agosto fue permitida a toda la orden franciscana. Ahora lo guardan el 1 de septiembre.

La historia de la abadía de Longchamp tiene muchas vicisitudes. La revolución lo cerró, y en 1794 el edificio vacío y dilapidado fue ofrecido para la venta, pero como nadie lo quería, fue destruido. En 1857 las paredes fueron derribadas menos una torre, y los restos fueron agregados al Bois de Boulogne.

  • Luciano Gonzalez

    Locutor- Productor- Editor

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