
Santa Inés Cao Kuiying, catequista mártir
En la ciudad de Xilinxian, en la provincia china de Guangxi, santa Inés Cao Kuiying, mártir, quien, casada con un marido violento, tras la muerte de éste se entregó, por encargo del obispo, a la enseñanza de la doctrina cristiana, lo que la llevó a ser recluida en una cárcel y sufrir crudelísimos tormentos, tras lo cual, confiando siempre en el Señor, pasó a los festines eternos.
Inés Cao Kuiying nació en la aldea de Wujiazhai en la provincia de Guizhou aproximadamente en 1821, de una familia católica de Sichuan. Sus padres murieron, y ella fue a trabajar a la ciudad de Xingyi, donde conoció a una mujer católica que le permitió vivir en su casa. Allí conoció al obispo Bai, que la entusiasmó con la profundización de la fe en al parroquia local, en lo que hizo rápidos progresos.
A los 18 años se casó con un granjero del lugar, pero el hermano de este y su esposa la maltrataban y no le daban de comer. Dos años más tarde murió su marido, y fue echada de la casa. Trabajó entonces algún tiempo como doméstica, para tener un lugar donde vivir, pero enseguida una viuda católica la invitó a vivir con ella. Era una mujer también versada en el conocimiento de las Escrituras y de las enseñanzas de la Iglesia, y junto a ella Inés realizó grandes y rápidos progresos espirituales.
Un día, cuando san Agustín Chapdelaine estaba en al casa de visita, descubrió lo bien que conocía Inés la fe y la invitó a hacerse cargo de un trabajo misionero en Guangxi: enseñar el catecismo a unas 30-40 familias del lugar. En el invierno de 1852 se trasladó a la ciudad de Baijiazhai en Xilan, lugar del que hizo su «cuartel general». Enseñaba catecismo de un lugar a otro, así como también a cocinar y llevar una casa, y durante su tiempo libre, realizaba trabajos de niñera.
Cuando ella estaba ayudando en Yaoshan, en 1856, fue detenida junto con otros muchos; los demás fueron puestos enseguida en libertad pero ella no, fue mantenida en prisión junto con un sacerdote, el P. Ma, que murió en la cárcel. El magistrado del lugar utilizó primero la táctica de seducirla con palabras bonitas para conseguir que negara la fe, pero ella se mantuvo inconmovible. Luego la amenazó con la tortura, pero ella no demostró ningún miedo. Por último, el 27 de febrero, la encerró en una jaula tan pequeña que sólo podía permanecer en pie, pero su espíritu no claudicó. Oraba: «¡Dios, ten misericordia de mí, Jesús, sálvame!» Luego, el 1 de marzo, gritó con fuerte voz: «¡Dios mío, ayúdame!», y expiró, a los 35 años de edad.
El papa León XIII la proclamó beata el 27 de mayo de 1900, y el papa Juan Pablo II la canonizó el 1 de octubre de 2000. Tiene una parroquia de la comunidad china dedicada a su nombre en Canadá.
San Rosendo, obispo
Obispo y abad Nació Rosendo el 26 de noviembre del 907. Lo bautizó Sabarico, tío paterno del recién nacido. Ante el acontecimiento, agradecidos los padres, intensifican las buenas obras construyendo y dotando monasterios.
Es nombrado Obispo cuando sólo tiene dieciocho años, en el 925. Sucede a su tío Sabarico en la sede de Mondoñedo. Pide al Señor la paz que buena falta hacía entre su pueblo. Se gana la confianza de los abades del entorno, dirime contiendas entre los nobles, soluciona pleitos, reconcilia penitentes y aconseja en las dudas; también apaga rencores, cura las heridas de la envidia tan presente en todos los tiempos, pacifica matrimonios, sofoca conspiraciones y serena ánimos inquietos.
Abundando en el influjo social, contribuye poderosamente en la abolición de la esclavitud. Pero en el año 955 le llega una orden un tanto extraña del rey Ordoño III. Ahora comienza a ser, además de obispo, militar y político de su tiempo. Luego, los normandos invadieron, en el 968 y por mar, las costas de su territorio; los expulsa de sus feudos mandándoles a don Gonzalo.
La sede de Santiago queda vacante en ese tiempo y es la infanta Margarita, tutora del rey don Ramiro III, quien le insta para que la acepte. Cuida de nuevo del clero, rehace monasterios, atiende a los fieles, asegura aspectos civiles de los bienes eclesiásticos, asiste al concilio de León acompañado por san Pedro de Mezonzo e impregna de dinamismo apostólico a los a los clérigos y a los monjes. Pudo pasar los tres últimos años de su vida en el monasterio de Celanova, rezando, predicando y dando ejemplo. Murió el 1 de marzo del 977.