Santoral: San Lotario de Séez, obispo y Beato Clemente Vismara, presbítero

San Lotario de Séez, obispo

En Séez, lugar de Neustria, san Lotario, obispo, que, depuesto de sus funciones, se afirma que esperó su final viviendo como ermitaño.

San Lotario es llamado Loyer, en francés, y da su nombre a una población, Saint-Loyer des Champs, que nació y creció precisamente en torno al lugar donde el santo vivió una parte suignificativa de su vida. Segun las tradiciones de la diócesis de Sées (antiguamente Séez), Lotario nació de una familia noble, y sirvió un tiempo en la corte. Casó con Tarenta, hija de Astolfo, rey de los lombardos. A la muerte de su mujer, toma conciencia de la fugacidad de la vida, y decide abandonarlo todo e ir a vivir en la soledad y el olvido de sí y del mundo. Es allí cuando se interna como ermitaño en los bosques donde luego nació el pueblo que lleva su nombre.

Pero la santidad de su vida no quedó oculta, y su lugar de oración fue pronto atracción de peregrinos del lugar que venían a pedir un consejo, un milagro, o una ayuda espiritual. A la muerte del obispo de Séez Aunoberto, Lotario fue elegido como sexto o séptimo obispo de la sede. Esto tuvo que haber ocurrido entre el 689, en el que aun tenemos la firma de su predecesor en el Concilio de Rouen, y el 511, donde tenemos la firma de Lotario en el Concilio de Orleans.

Su figura de obispo aparece evocada en la vida del abad Ebremundo, de Fontanelle, al cual Lotario brindó unas fastuosas exequias, y nombró, contando con el parecer de los monjes, a Evroult en su lugar.

Después de un largo episcopado, quizás hacia el 740, concluye su ministerio, aunque no queda claro si fue él mismo quien renunció o fue depuesto por causas que ignoramos. Lo cierto es que retomó su vida eremítica hasta su muerte, ocurrida el 15 de junio del 756.

Fue inhumado en el oratorio donde estaba su ermita, y su tumba fue enriquecida por Dios con milagros, por lo que se convirtió inmediatamente en meta de peregrinación. Siglos más tarde, con las invasiones normandas, la mayor parte de las reliquias fueron traladadas a Colonia, sin embargo una pequeña parte quedó en el lugar y fueron encontradas siglos después, en 1675, cuando fueron autenticadas en la parroquia de Saint-Loyer por el obispo de Sées. Para evitar la profanación de la Revolución Francesa, el precioso relicario pasó en a manos de una familia de la parroquia, y fueron nuevamente expuestas en 1864. Se conservan hasta hoy, divididas en distintas parroquias del obispado.

 Duchesne, Fastes Episcopaux II, pág 230ss; Guerin, Petits Bolandistes, VII, pág 61-62, y suplemento (pág. 660) en el que narra la historia detalladísima de las reliquias, con documentación local. Naturalmente, todos estos datos dependen de la identidad entre san Lotario y san Loyer, lo que de ninguna manera se puede dar por probado. El texto con la vida de Ebremundo donde se menciona a Lotario está en Acta Sanctorum, junio II, pág. 282ss.

Beato Clemente Vismara, presbítero

EN Mong Ping, Myanmar, beato Clemente Vismara, presbítero del Pontificio Instituto para las Misiones Extranjeras, que por su trabajo apostólico y social en favor del pueblo birmano mereció ser llamado «Patriarca de Birmania».

El padre Vismara desarrolló su labor 65 años en el país asiático, de 1923 al 1988, con un solo viaje a Italia en 1957 por enfermedad. Murió el 15 de junio de 1988 en Mong Ping, en la diócesis de Kengtung –en la frontera con China y Laos–. Inmediatamente fue invocado como «protector de los niños» -recuerda el padre Gheddo, también misionero- «porque vivió siempre entre 200-250 huérfanos que recogía en los pueblos destruidos por la guerra o dispersos por el hambre y la enfermedad». Fundó seis parroquias, construyó iglesias y capillas, escuelas, hospitales y orfanatos, y enseñó a los tribales una agricultura más moderna.

 

«Clemente murió a los 91 años, pero escribía que no se sentía anciano porque era aún útil a muchos niños y personas abandonadas (discapacitados, leprosos, viudas solas, opiómanos, ladrones expulsados de los pueblos), a quienes recogía en su misión, mantenía y trataba con la ayuda de las religiosas de María Niña», continúa el padre Gheddo.

 

El milagro que abrió la puerta a la beatificación fue la curación milagrosa de un niño de 10 años, Joseph Tayasoe, que «cayó de un árbol desde cinco metros de altura y se golpeó la cabeza con una gran piedra; perdía sangre por nariz y oídos, tenía el cráneo con una fractura apreciable a simple vista. Estuvo cuatro días en coma, y después de orar al padre Vismara se despertó de improviso y pidió de comer, completamente curado, sin consecuencia alguna ni tratamientos en los años sucesivos. Hoy, a sus 16 años -relata el P. Gheddo en 2006- es un chico totalmente normal».

 

Su sepultura en Mong Ping es meta no sólo de muchos católicos, sino también de protestantes, budistas, animistas y musulmanes. Hombre de mucha oración, siempre sereno y lleno de gozo, aún en las grandes dificultades y sufrimientos de una vida transcurrida entre pueblos en guerra, hambre y miseria, ladrones y bandidos de carreteras, y aislamiento en la selva con el médico más cercano a dos días de viaje. «Clemente es el auténtico misionero al servicio de los pobres y de los últimos -añade el padre Gheddo-, comprometido en el campo educativo y social, capaz de dar la vida por su pueblo, pero también, y ante todo, testigo y anunciador de Jesucristo con su vida».

  • Luciano Gonzalez

    Locutor- Productor- Editor

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