Santoral: San Gaudioso de Abitinia y San Frumencio

San Gaudioso de Abitinia, monje y obispo

En Nápoles, de la Campania, sepultura de san Gaudioso, obispo, el cual, a causa de la persecución de los vándalos, pasó de Abitinia a Campania, y terminó sus días en la paz de un monasterio.

El núcleo de la historia es muy semejante a la del obispo, también africano, san Quodvultusdeus; no obstante, no sólo no parece que sea una mera repetición, sino que realmente son dos obispos distintos que pasaron por circunstancias de persecución parecida: Durante el episcopado de Nostriano en Nápoles, Gaudioso, perseguido por Genserico, rey arriano de los vándalos, llegó exiliado a esa ciudad en el 429, en un barca maltrecha, privado de todo.

Llegaron así a Nápoles muchas reliquias de santos, y tal vez la regla agustiniana para la vida monástica. Construyó en las afueras de Nápoles un monasterio que subsistió por siglos y tomó con el tiempo su propio nombre. Murió Gaudioso en ese monasterio, en el año 453 o 468, según surge de los restos de una lápida que, aunque mutilada, aun se conserva, y fue sepultado bajo el suelo de la iglesia. Vivió cerca de 70 años.

San Frumencio

Frumencio es el nombre del primer obispo misionero de Etiopía, y su historia tiene mucho de increíble. En tiempos del emperador Constantino, un anciano preceptor, llamado «filósofo» por el historiador Rufino, regresaba a Tiro de un viaje a la India, siguiendo las costas de Africa. Lo acompañaban dos jóvenes discípulos, Edesio y Frumencio. Durante una escala de la nave en el puerto de Adulis una banda de etíopes asaltó la embarcación y mató a todos los pasajeros menos a Edesio y Frumencio. Se cuenta que en el momento de la matanza los dos muchachos se encontraban debajo de un árbol, dedicados a la lectura de un libro. Llevados como esclavos a la corte de Axum, se hicieron querer del rey, que los tuvo a su servicio: a Frumencio como secretario y a Edesio como copero.

A la muerte del rey, mientras el heredero llegaba a su mayor edad, ejerció el poder la reina, que le había confiado a Frumencio la educación de su joven hijo. Fue durante este período cuando los dos, que habían establecido contactos con los comerciantes greco-romanos, obtuvieron de la reina el permiso para construir una iglesia cerca del puerto. Este fue el primer germen de cristianismo, que se desarrolló rápidamente. Edesio y Frumencio pidieron y obtuvieron el permiso para regresar a la patria. Edesio fue a Tiro, en donde encontró a Rufino, el futuro historiador, a quien le narró su historia. En cambio, Frumencio se fue para Alejandría de Egipto a encontrar al grande obispo Atanasio y proponerle que enviara a Etiopía a un obispo y a un grupo de misioneros. Atanasio escuchó con vivo interés la narración y luego resolvió consagrar obispo al mismo Frumencio y volverlo a mandar a Etiopía con algunos misioneros.

Frumencio fue recibido cordialmente por el amigo rey Ezana, que fue de los primeros en adherir al Evangelio y con él casi todos sus súbditos. Frumencio, llamado por los etíopes «abba Salama», portador de luz, es considerado uno de los más grandes misioneros cristianos y uno de los más afortunados sembradores de la buena noticia, si consideramos la extraordinaria mies que produjo a través de los siglos esa primera siembra, favorecida por el amor al estudio.

  • Luciano Gonzalez

    Locutor- Productor- Editor

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