Durante la Misa de canonización de los beatos mártires Pedro To Rot y el obispo Ignacio Choukrallah Maloyan; de las religiosas María Troncatti, Vicenza María Poloni y Carmen Rendiles Martínez; y de los laicos Bartolo Longo y José Gregorio Hernández Cisneros, el Papa León XIV destacó la importancia de la oración y de la fe para vivir y actuar en la esperanza de la providencia de Dios
Isabella H. de Carvalho – Ciudad del Vaticano
“Cuando escuchamos el llamado de quien está en dificultad, ¿somos testigos del amor del Padre, como Cristo lo fue hacia todos? Él es el humilde que llama a los prepotentes a la conversión, el justo que nos hace justos, como atestiguan los nuevos santos de hoy: no héroes ni paladines de algún ideal, sino hombres y mujeres auténticos”
Así subrayó León XIV en su homilía el testimonio que dejan a la Iglesia los siete nuevos santos canonizados este 19 de octubre, durante la Misa presidida por el Pontífice en el atrio de la Basílica de San Pedro. Los rostros de los nuevos santos, representados en los tapices colgados en la fachada de la basílica, miran hacia una Plaza de San Pedro festiva, desbordante de fieles llegados de todo el mundo. Unas 55.000 personas asistieron a la liturgia, en la que el cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, acompañado de los postuladores, presentó al Papa los beatos que serían canonizados.
En su homilía, León XIV los recordó a todos como “fieles amigos de Cristo”. Algunos “son mártires por su fe”, como el arzobispo armenio Ignacio Choukrallah Maloyan y el catequista papú Pedro To Rot; otros “son evangelizadores y misioneras”, como la hermana María Troncatti, salesiana italiana dedicada a las poblaciones del Ecuador; otras “son carismáticas fundadoras”, como la italiana hermana Vicenza María Poloni, que creó el Instituto de las Hermanas de la Misericordia de Verona, y la hermana venezolana Carmen Rendiles Martínez, que estableció la Congregación de las Siervas de Jesús; otros, en cambio, “son benefactores de la humanidad” con un “corazón ardiente de devoción”, como el italiano Bartolo Longo y el venezolano José Gregorio Hernández Cisneros, ambos laicos comprometidos con los más pobres.
Todos difundieron la luz de Cristo
Pese a sus distintas historias, épocas y caminos, estos nuevos santos demuestran que “con la gracia de Dios mantuvieron encendida la lámpara de la fe, y más aún, se convirtieron ellos mismos en lámparas capaces de difundir la luz de Cristo”, destacó el Papa. Deseó que su intercesión asista a todos los fieles “en las pruebas” e inspire “en la vocación común a la santidad”.
“Mientras peregrinamos hacia esa meta, oremos sin cansarnos, firmes en lo que hemos aprendido y en lo que creemos con convicción. La fe en la tierra sostiene la esperanza del cielo”
La fe, vínculo de amor entre Dios y el hombre
El Pontífice centró su homilía en la fe y la oración, reflexionando sobre la pregunta de Jesús en el Evangelio del día, tomado de san Lucas: “Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?”. Para el Papa, este interrogante revela “lo que es más precioso a los ojos del Señor”: la fe, “el vínculo de amor entre Dios y el hombre”.
Esta relación “es de suma importancia, porque Él creó de la nada todas las cosas al principio de los tiempos, y salva de la nada todo lo que en el tiempo perece”.
“Una tierra sin fe estaría habitada por hijos que viven sin Padre, es decir, por criaturas sin salvación”.
“En comparación con los grandes bienes materiales, culturales, científicos y artísticos, la fe sobresale, no porque aquellos deban despreciarse, sino porque sin la fe pierden su sentido”
Una invitación a la esperanza y a la acción
Sin fe – prosigue León XIV – “no podemos esperar la salvación; el cielo y la tierra permanecerían como antes, pero ya no habría esperanza en nuestros corazones; la libertad de todos sería derrotada por la muerte; y nuestro deseo de vida caería en el vacío”.
La pregunta de Cristo inquieta, reflexiona el Pontífice, “sólo si olvidamos que es Él mismo quien la pronuncia, y por tanto, sus palabras siguen siendo Evangelio, es decir, anuncio gozoso de salvación”.
“Las preguntas de Jesús son una poderosa invitación a la esperanza y a la acción”, insiste el Papa. Y, como estos nuevos santos, es de esta fe de donde se traza el camino hacia una vida auténtica, que responde al llamado de quienes sufren:
La oración que alimenta la fe
Para crecer en esta fe, el Papa subraya la importancia de la oración:
El Pontífice explica que el Hijo de Dios reafirma este vínculo en el Evangelio con la parábola del juez y la viuda, que insiste en obtener justicia. La “insistencia” de la mujer mueve finalmente al juez a actuar, aclara León XIV. “Esa tenacidad se convierte para nosotros en un hermoso ejemplo de esperanza, especialmente en tiempos de prueba y tribulación”.
Las tentaciones frente a la fe
Y Jesús plantea otra pregunta: “¿No hará justicia Dios a sus elegidos, que claman a Él día y noche?”. Según León XIV, el Señor, con este interrogante, nos pide “que creamos que Dios es un juez justo para todos”. El Hijo nos pregunta si creemos que el Padre quiere siempre nuestro bien y la salvación de cada persona. Pero también reconoce dos tentaciones que pueden poner la fe a prueba:
Quien no acoge la paz, no sabrá donarla
León XIV también destaca la solución: “De ambas tentaciones nos libera Jesús, testigo perfecto de confianza filial”. Incluso durante su pasión – prosigue el Papa – Cristo se confía al Padre diciendo: “Hágase tu voluntad”, las mismas palabras que nos entrega en la oración del Padrenuestro.
“La oración de la Iglesia nos recuerda que Dios hace justicia a todos, entregando su vida por todos”, remarca el Pontífice.
“La cruz de Cristo – insiste León XIV – revela la justicia de Dios, es decir, el perdón, porque Él ve el mal y lo redime cargándolo sobre sí.”






