Uno de la multitud le dijo: «Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia».
Jesús le respondió: «Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?».
Después les dijo: «Cuídense de toda avaricia, porque aún en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas».
Les dijo entonces una parábola: «Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho,
y se preguntaba a sí mismo: ‘¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha’.
Después pensó: ‘Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes,
y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida’.
Pero Dios le dijo: ‘Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?’.
Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios».
Usa de los bienes de la tierra, sin excluir a tus hermanos
La misericordia y la benevolencia son amigas de Dios. Si ellas se establecen en el corazón de un hombre, lo divinizan y modelan a semejanza del soberano Bien, para que sea imagen de la esencia primera, que sobrepasa todo conocimiento. Ustedes, criaturas con razón y dotadas de la inteligencia que interpreta y enseña las cosas divinas, no se dejen seducir por las cosas temporales. Traten más bien de ganar al que posee la eternidad. Limítense en el uso de los bienes terrenos. No les pertenece todo, una parte debe ser para los pobres que ama Dios. Porque todo es de Dios, nuestro Padre común, y nosotros somos hermanos. El ideal justo, es que cada uno tenga igual parte de herencia. En ausencia de eso, si algunos se atribuyen mayor herencia, los otros deben también tener una parte. Si alguien quiere poseer la herencia entera, excluyendo a sus numerosos hermanos, es un despiadado tirano, bárbaro sin corazón, bestia insaciable. Usa de los bienes de la tierra, sin abusar.







San Gregorio de Nisa (c. 335-395) monje, obispo