La violencia de género y sexual. Una pandemia silenciosa

«Esta pandemia silenciosa es ayudada por sistemas políticos-sociales y económicos». Palabras de Daniela Alba, sobreviviente de violencia sexual y de género. Participó en un simposio sobre el tema organizado por los jesuitas, JRS, y la embajada británica ante la Santa Sede.

Patricia Ynestroza – Ciudad del Vaticano

En un simposio organizado por la Embajada Británica ante la Santa Sede y el Servicio Jesuita a Refugiados sobre cómo abordar la violencia sexual relacionada con los conflictos mediante la educación basada en la fe, participó dando su testimonio de sobreviviente, Daniela Alba. En ese simposio, Daniela llamó a los presentes a la acción, en su poderoso discurso. Habló en nombre de todas aquellas mujeres, que aún viven una situación de violencia sexual y de género, o son víctimas de trata, como en Gaza, Myanmar, Sudán, República Democrática del Congo. Mirar más allá de las cicatrices

Hace un llamado a todos los sectores de la sociedad, y desea que otras mujeres puedan sobrevivir a la pesadilla que viven e iniciar ellas también su periodo de sanación. Tantas de ellas, sobre todo, las que viven en zonas de conflicto. Y recordó un ejemplo que se mencionó en el simposio:  En Goma, en 20 minutos que pasan, 14 mujeres son abusadas.

 

 Daniela Alba pertenece al clan mususu del pueblo originario Muysca de Colombia, territorio de lo que ahora es Bogotá. Trabaja con el Servicio Jesuitas para los Refugiados, JRS, en el departamento de recaudación de fondos y comunicación y sobre las cuestiones de incidencia. Es una sobreviviente a la violencia sexual y de género. 

Del abuso al proceso de sanación

Daniela sobrevivió al abuso sexual infantil que sufrió por 15 años, desde que tenía 6 años hasta los 19. A su corta edad, sufrió los primeros abusos físicos y mentales: separación de su familia y aislamiento, técnicas de los abusadores. Y sufrió la violencia de lo que significa ser desplazado y moverse forzadamente a otro país, aprender otro idioma, otra cultura. Pero sobre todo sufrir las consecuencias de ser desplazado y vivir en los Estados Unidos, en un momento político, económico y social crítico.

Hoy en día es una sobreviviente gracias a la sanación que vivió, al recibir ayuda psico-social y mental, ayuda en el aprendizaje, gracias además al acompañamiento. Esta es la acción de los jesuitas en JRS. Esta es su misión, que es su misión personal. Sobre todo porque sabe que no todas las mujeres víctimas de violencia alcanzan un proceso de sanación. Ella lleva ya 11 años en este proceso, que es un privilegio, dijo, y que no quiere que sea una excepción, quiere que sea una norma. Que todas alcancen un proceso de sanación.

En estos 11 años, ha tenido altas y bajas, las llagas siguen, las heridas persisten.  Quiere resaltar que las mujeres que han sobrevivido a la trata y a la violencia, al abuso, y reciben sanación, esto no significa que hay que borrar, cancelar lo que pasó. Cancelar las llagas, no. Hay que verlas, sanarlas, curarlas y que quede esa cicatriz que hable por sí misma. Sobre todo por todas aquellas mujeres que no pueden acceder al proceso de sanación.

Parte de este proceso es aceptarse -afirmó- verse en el espejo, y aprender a aceptar tu cuerpo, a no odiarlo, por lo que sufrió. A gustarte a ti misma, y ver reflejada lo luchadora que has sido.  

Un llamado a la acción

Alba hizo un llamamiento a múltiples sectores para que participen en una comunidad de práctica comprometida con la erradicación de este delito. A los gobiernos, les pidió políticas de tolerancia cero y acceso a la justicia para las supervivientes. A los organismos humanitarios, pidió proyectos multisectoriales que atiendan las necesidades físicas, psicológicas y médicas de las supervivientes y promuevan la igualdad de género. A los educadores, destacó la importancia de formar a las generaciones futuras para que reconozcan y combatan la violencia sexual y de género. Los líderes religiosos, dijo, deben crear espacios seguros para las supervivientes y cuestionar las narrativas que culpabilizan a las víctimas. Alba también instó a los periodistas a respetar las normas éticas, pidiéndoles que informen sobre el cambio sistémico en lugar de sensacionalizar y fetichizar las historias de las supervivientes.

«Viniendo de Colombia, donde 500 años de limpieza étnica de sus poblaciones indígenas y cerca de 70 años de conflicto armado han producido innumerables víctimas de violencia sexual y de género, quiero pedirles que se unan a mí y a otras sobrevivientes para pedir a los siguientes actores que se comprometan en una comunidad de práctica para hacer posible el fin de este crimen contra la humanidad».

Un llamado a la acción es lo que clama Daniela, donde cada uno, como miembro de una sociedad, denuncie, de voz a esas mujeres víctimas y se alcance así detener esta “pandemia silenciosa”, que sigue en pie por el beneplácito de los sistemas, por los intereses de parte, políticos y económicos. Recuerda que Jesús ha dicho que la mujer es símbolo de la dignidad reflejada de la semejanza de Dios en ella.

Dirigió unas palabras a cada una: «Para todas las mujeres que han sobrevivido, las víctimas que están en proceso de sanación: no eres culpable, no has hecho nada malo, eres hecha a imagen y semejanza del Creador. JRS te acompaña. Urgimos a que pare la violencia, en áreas de conflicto armado, de guerra y genocidios. Como ocurre con nuestras hermanas en Palestina, Myanmar, Sudán. Nuestras hermanas indígenas en todas partes del mundo, que sufren de manera desproporcionada.

«Un mundo sin violencia sexual y de género sólo es factible cuando tomamos la decisión consciente de actuar con convicción, de unirnos en nombre de la fraternidad colectiva y la dignidad compartida», dijo.

  • Luciano Gonzalez

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