Evangelio del día: Sábado de la Trigésimo cuarta semana del Tiempo Ordinario

Evangelio según San Lucas 21,34-36.

Jesús dijo a sus discípulos:
«Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes
como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra.
Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre».
 
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios. 
 

San Juan María Vianney (1786-1859)

presbítero, párroco de Ars

Sermón para el 5º Domingo después de Pascua (Sermons de Saint Jean Baptiste Marie Vianney, Curé d’Ars, Ste Jeanne d’Arc, 1982), trad. sc©evangelizo.org

¿Por qué rezar sin cesar?

¿Cuáles son los beneficios que recibimos con la oración, para tener que rezar tan frecuentemente? He aquí, hermanos míos. La oración hace que nuestras cruces sean menos pesadas, suaviza nuestras penas y nos torna menos apegados a la vida. Ella atrae sobre nosotros la mirada de la misericordia de Dios, fortifica nuestra alma contra el pecado, hace crecer el deseo de la penitencia y que realicemos su práctica con agrado, ya que sentimos y comprendemos cuánto el pecado ultraja al buen Dios. Especialmente, hermanos míos, por la oración agradamos a Dios, enriquecemos nuestra alma, aseguramos la vida eterna. ¿Díganme, hermanos míos, necesitamos algo más para querer que nuestra vida sea una oración continua por nuestra unión con Dios? ¿Cuándo amamos a una persona, tenemos que verla para pensar en ella? No, sin dudas. Igualmente, hermanos míos, si amamos al buen Dios, la oración nos será tan familiar como la respiración. Sin embargo, hermanos míos, para que la oración nos atraiga todos esos bienes, no es suficiente rezar con precipitación, apurados. El buen Dios quiere que pasemos un tiempo conveniente. Tenemos que tener el tiempo de pedir las gracias necesarias, de agradecerle por sus beneficios, de gemir sobre nuestras faltas pasadas pidiéndole perdón. Me dirán ustedes ¿cómo rezar sin cesar? Hermanos míos, nada más fácil: ocuparnos del buen Dios, de tiempo en tiempo, durante nuestro trabajo. A veces haciendo un acto de amor par testimoniarle que li amamos, porque ´les bueno y digno de ser amado. A veces con una acto de humildad, reconociéndonos indignos de las gracias con las que no cesa de llenarnos, También con un acto de confianza, porque miserables como somos, sabemos que nos ama y quiere hacernos felices. Vean, hermanos míos, qué es fácil rezar sin cesar.

  • Luciano Gonzalez

    Locutor- Productor- Editor

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