
Evangelio según San Marcos 16,9-15.
Ella fue a contarlo a los que siempre lo habían acompañado, que estaban afligidos y lloraban.
Cuando la oyeron decir que Jesús estaba vivo y que lo había visto, no le creyeron.
Después, se mostró con otro aspecto a dos de ellos, que iban caminando hacia un poblado.
Y ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero tampoco les creyeron.
En seguida, se apareció a los Once, mientras estaban comiendo, y les reprochó su incredulidad y su obstinación porque no habían creído a quienes lo habían visto resucitado.
Entonces les dijo: «Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación.»
¡Cristo verdaderamente resucitó!
Señor, te revestiste de mi pobreza, libremente has descendido hasta la cruz y la pasión, para hacerme don de la Vida incorruptible y crearme a nuevo, gracias a la sangre de tu costado divino. Me acordaste así tu impasibilidad, tú que habías sufrido la pasión. Viéndote, Salvador, sufrir en tu esencia humana sobre el leño de la cruz, la Virgen, oh Cristo, exclamó entre lágrimas: “¡No hagas desaparecer la dignidad de madre y servidora, tú que sin simiente de hombre te has hecho hombre en mi seno, oh Verbo, para arrancar el mundo a la corrupción!” Muerto, ¡Cristo resucitó y a los muertos acorda la resurrección! Todas las naciones guarden coraje, ya que verdaderamente ha devenido Rey de toda la tierra. De Él, era y será el poder y la fuerza regia, ahora y en todos los siglos. A la aurora, las mujeres Miróforas -Portadoras de perfumes- fueron con aromáticos a buscar un cadáver, para ungir con mirra, oh Cristo, tu cuerpo vivificante. Pero tú te levantaste ante ellas, viviente, con estas palabras: “Al Hades que devoraba todo, lo he dominado, y resucité a todos los que retenía”. El ladrón rinde homenaje al Rey, José exulta con las santas mujeres, todos celebran como Dios al Verbo, al Resucitado que ha llevado a Tomás hasta la fe y acordó el Espíritu Santo a sus discípulos, por los siglos.
Monasterio Santa Catalina del Monte Sinaí
Liturgia de las Horas, s. IX