
Evangelio según San Juan 3,7b-15.
El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu».
«¿Cómo es posible todo esto?», le volvió a preguntar Nicodemo.
Jesús le respondió: «¿Tú, que eres maestro en Israel, no sabes estas cosas?
Te aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio.
Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán cuando les hable de las cosas del cielo?
Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.
De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto,
para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.
“Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo” (Jn 3, 13)
El pastor de todos ha bajado a buscar a Adán, la oveja perdida la puso sobre sus hombros y subió ofreciéndose como sacrificio al amo del rebaño (Lc 15,4; Jn 10,11). ¡Bendito su descenso a nosotros! Como rocío y lluvia vivificante descendió sobre María, la tierra agostada Grano de trigo, encerrado en la tierra germina en pan tierno (Jn 12,24). ¡Bendita sea su ofrenda! Desde arriba descendió el poder hacia nosotros en el seno de la Virgen brilló la esperanza de la tumba, la vida ha surgido para nosotros Está sentado a la derecha del Padre como Rey nuestro. ¡Bendita su gloria! Descendió como torrente desde las alturas brota de María como retoño colgado del leño como un fruto sube al cielo como ofrenda de primicias. ¡Bendita su voluntad!
San Efrén (c. 306-373) Diácono en Siria, doctor de la Iglesia