Evangelio del día: Lunes de la 8a semana del Tiempo Ordinario

Evangelio según San Marcos 10,17-27.

Cuando Jesús se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?».
Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno.
Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre».
El hombre le respondió: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud».
Jesús lo miró con amor y le dijo: «Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme».
El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.
Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!».
Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: «Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios!.
Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios».
Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?».
Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible».
 
 
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
 

San Gregorio Magno (c. 540-604)

papa y doctor de la Iglesia

Morales sobre el libro de Job, XI (SC 212. Morales sur Job, Cerf, 1974).
 

¿Qué debo hacer para tener la vida eterna?

Para Dios, llamar, es volver hacia nosotros la mirada de su amor y su elección. Responderle es obedecer a su amor con la sabiduría de nuestras obras. Por eso las justas palabras: “Luego llámame, y yo te responderé, o hablaré yo, y tú me responderás” (Jb 13,22). Le hablamos cuando deseamos, cuando nos volvemos hacia su rostro. Y Dios responde a nuestra voz cuando aparece nuestro amor. Pero si un hombre respirando del deseo de eternidad, con una penetrante autocrítica analiza cada uno de sus actos y busca si hay algo en él que pueda ofender la mirada de su Creador, Job puede agregar “¿Cuántas son mis culpas y mis pecados? Dame a conocer mi rebeldía y mi pecado” (Jb 13,23). Tal es en esta vida la pesada labor del justo, llorar al descubrirse, corregirse para devenir mejor. (…) Todo hombre que, en su ansioso deseo de eternidad, desea presentarse delante del juez que viene, se examina entonces con penetración y se pregunta cómo comparecer ante el juez en hombre libre. Le suplica mostrarle lo que le desagrada, para hacer penitencia y no ser más juzgado por el juez, al devenir en este mundo su propio juez.

  • Luciano Gonzalez

    Locutor- Productor- Editor

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