Evangelio del día: Jueves de la Vigésimo octava semana del Tiempo Ordinario

Evangelio según San Lucas 11,47-54.

Dijo el Señor:
«¡Ay de ustedes, que construyen los sepulcros de los profetas, a quienes sus mismos padres han matado!
Así se convierten en testigos y aprueban los actos de sus padres: ellos los mataron y ustedes les construyen sepulcros.
Por eso la Sabiduría de Dios ha dicho: Yo les enviaré profetas y apóstoles: matarán y perseguirán a muchos de ellos.
Así se pedirá cuenta a esta generación de la sangre de todos los profetas, que ha sido derramada desde la creación del mundo:
desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que fue asesinado entre el altar y el santuario. Sí, les aseguro que a esta generación se le pedirá cuenta de todo esto.
¡Ay de ustedes, doctores de la Ley, porque se han apoderado de la llave de la ciencia! No han entrado ustedes, y a los que quieren entrar, se lo impiden.»
Cuando Jesús salió de allí, los escribas y los fariseos comenzaron a acosarlo, exigiéndole respuesta sobre muchas cosas
y tendiéndole trampas para sorprenderlo en alguna afirmación.
 
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
 

Santa Catalina de Siena (1347-1380)

terciaria dominica, doctora de la Iglesia, copatrona de Europa

Carta 41 a la reina en Nápoles (Lettres, Téqui, I, 1976), trad. sc©evangelizo.org

Conviértanse, porque el Reino de Dios está cerca

Yo, Catalina, esclava de los servidores de Jesucristo, le escribo en su preciosa Sangre, con el deseo de ver en usted un verdadero conocimiento propio y de su creador. Este conocimiento es necesario para nuestra salvación, ya que todas las virtudes vienen de este santo conocimiento. ¿Dónde está la verdadera humildad? En el conocimiento de sí mismo, ya que el alma reconoce que ella no es nada, que todo su ser proviene de Dios. No puede levantar la cabeza orgullosamente contra el Creador o contra el prójimo, porque el que no es nada por sí mismo, de nada puede enorgullecerse. ¿Cuándo puede el alma afligirse de su falta? Cuando se conoce a sí misma, al considerar que es ella que ha ofendido a Dios, y quien es ese Dios que ella ha ofendido. (…) Con nuestra falta, perdemos la vida de la gracia y nuestra dignidad. (…) ¿Por qué? Porque no conocemos lo que sigue a la falta, adónde ella nos conduce. Si lo conociéramos realmente, dejaríamos el vicio y las virtudes desregladas y abrazaríamos la virtud. Entonces rendiríamos honor a Dios, conservaríamos la belleza y dignidad de nuestra alma, seguiríamos la doctrina de la verdad y, siguiéndola, seríamos hijos de esa verdad. (…) Despiértese y no duerma más con un semejante sueño. Despiértese, beneficiándose con este instante que le es acordado. No espere otro tiempo, ya que el tiempo no espera. Conózcase verdaderamente a sí misma y conocerá la gran bondad de Dios con usted.

  • Luciano Gonzalez

    Locutor- Productor- Editor

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