Evangelio del día: Cátedra de San Pedro, apóstol

Evangelio según San Mateo 16,13-19.

Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?».
Ellos le respondieron: «Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas».
«Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?».
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».
Y Jesús le dijo: «Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo.
Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella.
Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo».

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

San Ambrosio (c. 340-397)

obispo de Milán y doctor de la Iglesia

Cartas, 2 (PL 16. Lectures chrétiennes pour notre temps, Abbaye d’Orval, 1970), trad. sc©evangelizo.org

Pedro, mantienes el timón de la fe, en medio del oleaje

Has recibido el cargo de sacerdote. Sentado a la popa de la Iglesia, piloteas la nave en medio del oleaje. Sostienes el timón de la fe, para que la nave no naufrague con las graves tempestades de este siglo. El mar es grande y vasto, pero no temas, ya que es el Señor el que ha establecido la tierra sobre los mares y la ha fundado sobre los ríos (Sal 23,2). En medio de un mundo tan agitado, la Iglesia del Señor, edificada sobre la roca de los apóstoles, sobre una base inquebrantable, permanece estable y sólida contra los asaltos furiosos del mar (cf. Mt 16,18). Está rodeada por el oleaje, pero no es afectada. Aunque los elementos de este mundo resuenan con un inmenso clamor, ofrece a los que penan la gran seguridad de un refugio de salvación. Mismo si parece un leño sacudido en el mar, es siempre la Iglesia de los ríos en los que corren las aguas. Grandes ríos de los que se dice “Los ríos elevaron sus voces” (Sal 92,3). Ríos que fluyen del seno de la Iglesia, alimentada por Cristo y receptáculo del Espíritu de Dios (cf. Jn 7,38). Esos ríos, si permanecen en gracia espiritual, elevan sus voces. Existe un río que corre en los hombres de Dios cómo un torrente (cf. Is 66,12), río del que la impetuosidad alegra el alma pacífica y tranquila. Como Juan el Evangelista o como Pedro y Pablo, el que recibe la abundancia de ese río eleva la voz. También se pone a predicar el Evangelio del Señor Jesucristo, lo mismo que los apóstoles han difundido por su predicación la palabra evangélica, hasta el confín del mundo.

  • Luciano Gonzalez

    Locutor- Productor- Editor

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