Santos del día: San Claudio de la Colombière, religioso, prebístero

San Claudio de La Colombière, religioso presbítero

En Paray-le-Monial, de Borgoña, en Francia, san Claudio La Colombière, presbítero de la Orden de la Compañía de Jesús, que, siendo hombre entregado a la oración, con sus consejos dirigió a muchos en su esfuerzo para amar a Dios.

San Claudio de la Colombiere, sacerdote jesuita, fue el primero en creer en las revelaciones místicas del Sagrado Corazón recibidas por Sta. Margarita en el convento de Paray le Monial, Francia.  

Gracias a su apoyo la superiora de Margarita llegó también a creer y la devoción al Sagrado Corazón comenzó a propagarse.  San Claudio no solo creyó sino que en adelante dedicó su vida a propagar la devoción siempre unido espiritualmente a Sta. Margarita en cuyo discernimiento confiaba plenamente.  

Sacerdote santo y sabio que supo discernir muy bien la auténtica intervención divina en el alma de Sta. Margarita a pesar que hasta entonces todos los teólogos y las religiosas la  despreciaban y hasta algunos la tenían por posesa. El santo Claudio nació en Saint-Symphorien d’Ozon, cerca de Lyón, en 1641. Su familia estaba bien relacionada, era piadosa y gozaba de buena posición. No poseemos ningún dato especial sobre su vida antes de ingresar en el colegio de la Compañía de Jesús de Lyón.

Aunque sentía gran repugnancia por la vida religiosa, logró vencerla y fue inmediatamente admitido en la Compañía. Hizo su noviciado en Aviñón y, a los dos años, pasó al colegio de dicha ciudad a completar sus estudios de filosofía. Al terminarlos fue destinado a enseñar la gramática y las humanidades, de 1661 a 1666. Desde 1659, la ciudad de Aviñón había presenciado choques constantes entre los nobles y el pueblo En 1662, ocurrió en Roma el famoso encuentro entre la guardia pontificia y el séquito del embajador francés.

A raíz de ese incidente, las tropas de Luis XIV ocuparon Aviñón, que se hallaba en el territorio de los Papas. Sin embargo, esto no interrumpió las tareas del colegio, y el aumento del calvinismo no hizo más que redoblar el celo de los jesuitas, quienes se consagraron con mayor ahínco a los ministerios apostólicos en la ciudad y en los distritos circundantes. En 1673, el joven sacerdote fue nombrado predicador del colegio de Aviñón. Sus sermones, en los que trabajaba intensamente, son verdaderos modelos del género, tanto por la solidez de la doctrina como por la belleza del lenguaje.

El santo parece haber predicado más tarde los mismos sermones en Inglaterra, y el nombre de la duquesa de York (María de Módena, que fue después reina, cuando Jacobo II heredó el trono), en cuya capilla predicó Claudio, está ligado a las ediciones de dichos sermones. El santo, durante su estancia en París, había estudiado el Jansenismo con sus verdades a medias y sus calumnias, a fin de combatir, desde el púlpito sus errores, animado como estaba por el amor al Sagrado Corazón, cuya devoción sería el mejor antídoto contra el Jansenismo. A fines de 1674, el P. La Chaize, rector del santo, recibió del general de la Compañía la orden de admitirle a la profesión solemne, después de un mes de ejercicios espirituales en la llamada «tercera probación». Ese retiro fue de gran provecho espiritual para Claudio que se sintió, según confesaba, llamado a consagrarse al Sagrado Corazón.

El santo añadió a los votos solemnes de la profesión un voto de fidelidad absoluta a las reglas de la Compañía, hasta en sus menores detalles. Según anota en su diario, había ya vivido durante algún tiempo en esa fidelidad perfecta, y quería consagrar con un voto su conducta para hacerla más duradera. Tenía entonces treinta y tres años, la edad en la que Cristo murió, y eso le inspiró un gran deseo de morir completamente para el mundo y para sí mismo. Como escribió en su diario: «Me parece, Señor, que ya es tiempo de que empiece a vivir en Tí y sólo para Tí, pues a mi edad, Tú quisiste morir por mí en particular». El P. La Colombiére fue beatificado en 1929 y su Santidad Juan Pablo II lo declaró santo en 1992. La Iglesia Universal celebra su fiesta el día 15 de febrero.

 

San Sigfrido de Växjö, obispo

En Växjö, en Suecia, san Sigfrido, obispo, el cual, oriundo de Inglaterra, evangelizó con gran paciencia a aquellas gentes y bautizó a su rey Olaf.

La vida de San Sigfrido es relativamente oscura, ya que sus biógrafos se contradicen. Una narración afirma que después de la conversión del rey Olaf Tryggvasson de Noruega (quien fue confirmado por Alfegio, obispo de Winchester), el monarca rogó al rey inglés, Etelredo, que le enviase misioneros. Sigfrido, que era un sacerdote de York o de Glastonbury, fue elegido para ir a Noruega, junto con otros dos obispos, Juan y Grimkel. Los misioneros no se limitaron al país, sino que pasaron también a Suecia, que había recaído en la idolatría después de haber sido evangelizada por san Anscario. Ahí trabajaron bajo la protección del arzobispo de Bremen, y Sigfrido se estableció en Växjö, donde tuvo ocasión de convertir al rey de Suecia, que se llamaba también Olaf, y le bautizó en una fuente de Husaby, conocida como la fuente de san Sigfrido, en la cual se obraron muchos milagros. San Sigfrido llevó adelante su trabajo misional durante muchos años, con gran éxito, y fue sepultado en la iglesia de Växjö. La tradición añade muchos detalles sobre las dificultades que el santo debió superar. Se cuenta que al llegar a Växjö, plantó una cruz y construyó una iglesia de madera, en la cual predicaba y celebraba los divinos misterios. Convirtió a los doce principales personajes del lugar y uno de ellos, que murió poco después, recibió cristiana sepultara. La verdad de la fe se impuso con tal fuerza que, al poco tiempo, toda la región de Värend era ya cristiana. La fuente en que San Sigfrido bautizaba a los catecúmenos se llamó, durante mucho tiempo, con los nombres de los doce primeros convertidos, que estaban grabados en ella. Se dice que san Sigfrido consagró a dos obispos para la Gothlandia oriental y la occidental. Sus tres principales colaboradores eran sus tres sobrinos: el sacerdote Unamán, el diácono Sunamán y el subdiácono Vinamán.

 

Al cabo de varios años, San Sigfrido confió el cuidado de su diócesis a sus tres sobrinos y se consagró a predicar el Evangelio en las provincias distantes. Durante su ausencia, un cuerpo de tropa, por odio al cristianismo y por codicia, saqueó la iglesia de Växjö y asesinó a Unamán y sus hermanos. Los asesinos enterraron los cuerpos de los mártires en el bosque y arrojaron las cabezas en un foso de donde fueron recuperadas más tarde, y colocadas en un santuario. Se cuenta que las cabezas hablaron en dicha ocasión. El rey resolvió ejecutar a los asesinos, pero San Sigfrido le rogó que les perdonara. Sin embargo, Olaf les condenó a pagar una importante multa y la entregó al santo; pero éste, a pesar de su extrema pobreza y las dificultades por las que pasaba para reconstruir su iglesia, no quiso aceptar ni un céntimo. San Sigfrido poseía en grado heroico el espíritu apostólico; predicó el Evangelio también en Dinamarca. Se dice que fue canonizado por el Papa Adrián IV, el Pontífice inglés que había trabajado celosamente por la propagación de la fe en las regiones del norte de Europa, cien años después de san Sigfrido. Los suecos honran al santo como a su apóstol.

 

  • Luciano Gonzalez

    Locutor- Productor- Editor

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