
Washington acorrala a Kiev. La UE corre a ponerse a cubierto: von der Leyen anuncia un plan europeo de defensa de 800.000 millones de euros. Pero las culpas europeas siguen abiertas. El mensaje de Comece
Guglielmo Gallone – Ciudad del Vaticano
La suspensión de la ayuda militar a Ucrania, decidida ayer por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, es un mensaje dirigido ante todo a los ucranianos y a los europeos. A los ucranianos Trump quiere dejar claro que está dispuesto a todo para alcanzar un acuerdo de paz. Incluso a suspender la ayuda que, hasta ahora, ha permitido a Kiev seguir adelante y sin la cual, según las primeras estimaciones, los ucranianos podrían aguantar otros seis meses.
Un mensaje a los ucranianos
No se trata sólo de los más de 120.000 millones de dólares, de los cuales 67.300 millones se destinaron a ayuda militar, sino también de los sistemas de inteligencia y comunicación por satélite, incluido, en primer lugar, Starlink, a menudo descrito por los funcionarios ucranianos como el «alma» de su ejército.Ya la semana pasada, Elon Musk, fundador de Starlink y ahora estrecho colaborador de Trump, había amenazado con revocar el acceso de los ucranianos a sus satélites de comunicación militar si no firmaban el acuerdo de materias primas.Con ello, la Administración de Washington quiere dar una nueva muestra del poderío estadounidense ante el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, quien, como reiteró el vicepresidente estadounidense, J.D. Vance, no puede «entrar en el Despacho Oval o en cualquier otro lugar y negarse a discutir siquiera los detalles de un acuerdo de paz». «Arrojar dinero y munición a un conflicto terrible, eso no es una estrategia», subrayó Vance, añadiendo que “la puerta está abierta mientras Zelensky esté dispuesto a hablar seriamente de paz”.
La respuesta europea
Por reflejo, Washington también ha enviado un mensaje a los europeos, a quienes Trump -en nombre del principio «America first»- quiere dejar claro que tendrán que ocuparse de la seguridad de Ucrania y, por tanto, de la defensa del Viejo Continente.Esta misma mañana, los europeos han dado un golpe: la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha anunciado que quiere destinar 800.000 millones de euros a la defensa, proporcionando ayuda a Ucrania, porque «la defensa de nuestro continente está en peligro» y «la era del rearme ha comenzado».Pero incluso esta decisión puede provocar divisiones, porque parece una más de las lanzadas desde arriba, sin capacidad estratégica ni visión diplomática.¿Existe una estrategia común entre los 27 países para orientar las inversiones en defensa?
En caso afirmativo, ¿quién define las prioridades y en función de qué intereses? ¿Cómo se redistribuirán y desplegarán los recursos en ausencia de una política exterior y un ejército comunes? ¿Es posible hacer converger las necesidades tácticas de los italianos con las de franceses, alemanes, polacos y húngaros? Suponiendo que los ucranianos hayan dicho que quieren sustituir las armas estadounidenses por las europeas, ¿dispone la UE de la tecnología necesaria para garantizar los mismos servicios y la misma cantidad de munición? ¿Se tomarán los estadounidenses esto como una muestra de responsabilidad o como una razón para iniciar la tan anunciada retirada militar?
La falta de una estrategia comunitaria
Más que ninguna otra cosa, los europeos parecen carecer de una verdadera visión de conjunto y de una estrategia comunitaria compartida.Esto se observa sobre todo en la incapacidad diplomática, desde hace tres años, de proponer una solución al conflicto en el corazón de Europa.Esto no ocurre porque los europeos no ven el mundo de la misma manera, como también quedó patente en la cumbre de Londres del pasado domingo, donde, en el pase de lista de la «coalición de voluntarios», faltaron hasta 18 países de la Unión Europea (UE), los anfitriones fueron los británicos -el único país que ha abandonado la UE- y los invitados de excepción fueron ucranianos, canadienses, turcos y noruegos.En un comunicado sobre la guerra en Ucrania, la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Comunidad Europea (Comece) quiso subrayar precisamente esta necesidad: «Cualquier esfuerzo creíble y sincero de diálogo debe estar apoyado por una solidaridad transatlántica fuerte y continua» porque «una paz integral, justa y duradera en Ucrania sólo puede lograrse mediante negociaciones».
El futuro de la alianza transatlántica
La forma estadounidense de ver el mundo bajo Trump está revelando así las innumerables fallas internas de Europa.Pero esto no es bueno para Washington.Que siempre ha visto en el Viejo Continente un aliado histórico, un socio comercial y un actor al que confiar zonas tan fundamentales como inestables, como el Mediterráneo.Entre el compromiso militar y los aranceles comerciales, la fractura atlántica parece próxima. Y esto no está bien visto ni siquiera por varios republicanos que, como informa el «Wall Street Journal», temen poner en peligro la credibilidad de los países occidentales, justo cuando nuevas grandes potencias ponen sus ojos en el mundo.