Según San Marcos 2,18-22.
Jesús les respondió: «¿Acaso los amigos del esposo pueden ayunar cuando el esposo está con ellos? Es natural que no ayunen, mientras tienen consigo al esposo.
Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.
Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido viejo y la rotura se hace más grande.
Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres, y ya no servirán más ni el vino ni los odres. ¡A vino nuevo, odres nuevos!».
“Llega el Esposo, salid a su encuentro.” (Mt 25,6)
Cuando el tiempo había llegado para que Dios se apiadara del sufrimiento de la humanidad, su amada, envió a su Hijo único a la tierra en el templo glorioso de su cuerpo, nacido de María Virgen. Entonces tomó como esposa nuestra naturaleza humana y la unió a su persona, por la sangre purísima de la Virgen. El sacerdote celebrante de las bodas fue el Espíritu Santo. El ángel Gabriel hizo público el contrato y la gloriosa Virgen dio su consentimiento. He aquí la manera en que Cristo, nuestro esposo fiel, se unió a nuestra naturaleza, nos visitó en una tierra extranjera y nos dio a conocer las costumbres celestiales y su perfecta fidelidad. Como un héroe, ha luchado contra nuestros enemigos, ha destruido la prisión y ha triunfado en el combate. Por su muerte dio muerte a nuestra muerte, nos ha rescatado por su sangre, nos ha liberado, en el bautismo, por el agua de su costado. (Jn 19,34) Por sus sacramentos y sus dones, nos ha enriquecido a todos para que saliéramos ataviados con toda clase de virtudes a su encuentro en el palacio de su gloria, para gozar con él eternamente.
Beato Juan van Ruysbroeck (1293-1381)
canónigo regular