El Papa: Inhumana es la guerra, que rompe el corazón de las madres

En el primer día del año, dedicado a la paz, el pensamiento del Pontífice en el Ángelus es para todas las madres y, en particular, para aquellas cuyo corazón está lleno de dolor, «porque sus hijos han sido arrebatados por la violencia, por la soberbia, por el odio». ¡Qué hermosa es la paz!, exclama el Obispo de Roma, que invita a contemplar y valorar el misterio de la natividad y a devolver gratuitamente gestos de perdón y reconciliación

Antonella Palermo – Ciudad del Vaticano

El niño Jesús, que en hebreo significa «Dios salva» y el corazón de María, su madre. Lo que se ve y lo que no se ve. A esta doble presencia, a esta relación de filiación y maternidad que culmina en el dolor de la cruz, se refiere el Papa para su catequesis desde el Palacio Apostólico en el primer día de un nuevo año, tradicionalmente dedicado a la paz. Por un lado, Dios que se hace carne y, por otro, los sentimientos que guarda en reserva su madre. A todas las madres que lloran la pérdida de sus hijos a causa de la violencia, la soberbia y el odio, se dirige especialmente el pensamiento de Francisco en el Ángelus.

Jesús trae la paz

Es sobre la gratuidad de la Encarnación que se detiene el Papa, un acontecimiento que siempre tiene que asombrarnos:

El Señor, en efecto, vino al mundo para darnos su propia vida. Pensemos en esto: todos los hombres somos hijos, pero ninguno de nosotros eligió nacer. Dios, en cambio, eligió nacer por nosotros: Jesús es la revelación de su amor eterno e infinito, que trae la paz al mundo.

El corazón de María late de esperanza

María es discreta, sí, pero las manifestaciones de lo que medita en su corazón son numerosas, transformadoras, evidentes:

Este corazón es el oído que escuchó el anuncio del arcángel Gabriel; este corazón es la mano de esposa entregada a José; este corazón es el abrazo que envolvió a Isabel en su vejez. En el corazón de María late la esperanza de redención para toda criatura.

¡Qué hermosa es la paz!

Como de costumbre, el Sucesor de Pedro concluye con una serie de preguntas: sugieren meditar sobre la disponibilidad de cada uno a contemplar como María. Y, ante el misterio de la Natividad: «¿Cómo puedo yo corresponder a un don tan grande con un gesto gratuito de paz, de perdón, de reconciliación?».

Hoy, en este primer día del año, dedicado a la paz, pensemos en todas las madres que se alegran en su corazón, y en todas las madres cuyo corazón está lleno de dolor, porque sus hijos han sido arrebatados por la violencia, por la soberbia, por el odio. ¡Qué hermosa es la paz, que alegra la vida de los pueblos! ¡Qué inhumana es la guerra, que rompe el corazón de las madres!

  • Luciano Gonzalez

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