Venezuela: el trabajo de los orionitas entre incertidumbre y pobreza

En el país sudamericano golpeado por tensiones políticas y sociales tras las elecciones presidenciales del pasado mes de julio, la Pequeña Obra de la Divina Providencia sigue apoyando a los pobres, a los jóvenes y a los discapacitados. Padre Migule Angel Bombin, director de la viceprovincia Nuestra Señora del Pilar: «Cada vez hay más pobreza, la gente se las arregla para vivir. Los secuestros para pedir rescate, que hasta hace poco eran esporádicos, ahora aumentan exponencialmente»

Federico Piana – Ciudad del Vaticano

Barquisimeto, capital del estado venezolano de Lara, es una metrópoli de más de un millón de habitantes, con un clima templado y una economía que se ha visto turboalimentada desde principios de los años 2000 gracias a un espectacular aumento de las inversiones inmobiliarias e industriales y a la creación de numerosos centros productivos gubernamentales vinculados, sobre todo, al sector alimentario y metalúrgico. A pesar de estar a más de trescientos kilómetros de la capital, Caracas, la ciudad conocida en todo el país sudamericano por sus espléndidos atardeceres podría considerarse uno de los termómetros más fiables de la crisis político-social que azota de forma intermitente desde el día de las elecciones presidenciales que se desarrollaron en un clima de tensión el 28 de julio del año pasado.

Observador atento

En definitiva, todo lo que ocurre en Barquisimeto, tarde o temprano, podría replicarse en el resto de Venezuela. Es por esto, que el Padre Miguel Ángel Bombín, desde que llegó a la ciudad hace tres meses para visitar y apoyar a la comunidad orionina local como director de la viceprovincia Nuestra Señora del Pilar de la Ópera Don Orione, que abarca no sólo Venezuela sino también España, nunca deja de observar con minuciosa atención lo que sucede a su alrededor.

«Cuando llegué – confió a los medios vaticanos – la situación era aparentemente tranquila, sin sobresaltos. La vida cotidiana transcurrió con normalidad hasta este mes de enero cuando aumentó la tensión. La gente empezó a tener expectativas de un cambio y, en conjunto, con una manifestación convocada por la oposición en varias ciudades, el país fue blindado militarmente y se cerraron las fronteras. Pero todo sucedió sin muchas complicaciones.»

Tristeza colectiva

Lo que llama la atención en la historia del religioso es la descripción del manto de tristeza que oscurece los corazones y oscurece las mentes de todos los ciudadanos. «Es una sensación que percibo con mucha fuerza. No hubo celebración por la nueva elección del presidente, nadie lo hizo. Hay una tranquilidad gris que huele a melancolía».

La incertidumbre del presente, la inseguridad para el futuro y la galopante devaluación del bolívar venezolano frente al dólar son los elementos de una tormenta perfecta que comienza a paralizar la economía. «Cada vez hay más pobreza, la gente se las arregla para vivir. Los secuestros para pedir rescate, que hasta hace poco eran esporádicos, ahora están aumentando exponencialmente. Incluso el sistema educativo está empezando a sufrir: las escuelas públicas funcionan al 50% de su capacidad, mientras que las privadas intentan hacer lo que pueden».

La escuela y la atención sanitaria están en riesgo

Incluso enfermarse se ha convertido en un lujo: los hospitales públicos no pueden ofrecer una asistencia adecuada y algunos hospitales incluso corren el riesgo de cerrar sus puertas. Pero la esperanza, para el padre Bombin, ciertamente no está muerta. Esto queda claro cuando enumera, una por una, todas las actividades solidarias puestas en marcha por la familia orionita, especialmente, en Barquisimeto, empezando por el Piccolo Cottolengo que acoge a 95 adultos con discapacidad y que cumplirá 40 años el próximo mes: «Un gran regalo de Dios , como la otra estructura que atiende y protege a más de 80 niños y adolescentes, muchos de ellos con discapacidad, y como la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe que apoya a los pobres y ancianos, garantizándoles también alimentación y cuidados médicos con programas específicos».

Un colegio en Caraballeda

A la lista también cabe añadir la escuela con 100 niños de hasta 6 años situada en la localidad costera de Caraballeda, donde desde hace cinco años se construye una nueva iglesia, aunque las obras avanzan muy lentamente. «Para nosotros también hay problemas, pero no nos desanimamos. Por ejemplo, el Piccolo Cottolengo perdió financiación gubernamental durante más de doce años: para salir adelante contamos con algunas empresas privadas, con la acción de un gran grupo de voluntarios y con la intervención de nuestra congregación». Una de las grandes dificultades a superar es el bajo salario de los colaboradores: «Lamentablemente, dada la situación económica, no podemos pagarles más. Muchas buenas personas que trabajaron con nosotros abandonaron el país en busca de una vida mejor. Y esto, de alguna manera, corre el riesgo de comprometer la calidad de los servicios. Pero no nos rendimos porque nuestra comunidad nos apoya con amor. Ciertamente no podemos cerrar».

Medicamentos que no se pueden encontrar.

A la cabeza de las preocupaciones del padre Bombin están los medicamentos, cada vez más difíciles de encontrar en una nación que se desliza lentamente hacia la pobreza absoluta: «Los más difíciles de encontrar son los medicamentos contra las convulsiones y los psiquiátricos que, entre otras cosas, son los más caros . Pero para nosotros incluso los pañales son un espejismo: hace algún tiempo teníamos que utilizar pañales de tela, como se hacía hace cuarenta años».

Pese a todo, la Iglesia en Venezuela aparece como la institución más valorada, convirtiéndose en un punto de referencia para toda la comunidad, no sólo para los católicos. «Nuestra congregación sigue mirando hacia adelante, siguiendo la esperanza que es el tema central del Jubileo de 2025. Ver a tantas personas haciendo trabajo voluntario en centros psiquiátricos, en prisiones o incluso en los vertederos, donde tantas personas se ven obligadas a vivir, es síntoma de que en estas situaciones difíciles sale lo mejor de cada uno: son pobres ayudando a otros pobres, generando cercanía y solidaridad. Queremos seguir haciendo el bien e involucrar a quienes quieran hacer lo mismo, porque Don Orione sigue siendo una gran referencia para todo este país extraordinario».

  • Luciano Gonzalez

    Locutor- Productor- Editor

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