En Quimper, de la Bretaña Menor, san Corentino, venerado como el primer obispo de esta ciudad.
Nada cierto se sabe sobre san Corentino. Su leyenda es tardía, y sólo digna de mención porque dio lugar a una iconografía específica, pero no porque tenga probabilidades de conservar auténticos recuerdos históricos. Dicha leyenda afirma que Corentino era de origen celta, de Cornualles, y que vivó en Bretaña como ermitaño; para alimentarse, cada día pescaba el mismo pez, del que comía un pedazo, sin que el pez muriera. Por ello en algunas imágenes aparece con báculo y mitra de obispo, ante una pecera con un único pez.
Dos códices de Quimper, pero tardíos, uno del siglo XII y otro del XV lo mencionan como primer obispo de Quimper, y algunas tradiciones dicen que fue ordenado por san Martín de Tours, por tanto en el siglo IV. Duchesne ha demostrado que la diócesis de Quimper estuvo representada en los concilios de Angers (453) y Vannes (465), pero en los dos casos lo estuvo por prelados. Parece más probable que Corentino haya sido un monje del siglo VI o más tardío.
San Simón Phan Dác Hòa, mártir
En Hué, en Annam, san Simón Phan Dác Hòa, mártir, el cual, siendo médico y padre de familia eximio en caridad, reinando el emperador Minh Mang fue apresado por haber hospedado a unos misioneros, y consumó el martirio con la decapitación tras haber soportado cárceles y flagelación.
Este mártir vietnamita nace en Mai-Vinh hacia 1790 en el seno de una familia pagana pero, al quedar huérfano, es acogido por una familia cristiana y se bautiza con 12 años. Fue un cristiano fervoroso. Estudió medicina, ejerció con gran celo su profesión, se casó y tuvo doce hijos, y como gozaba de muy buena fama social fue nombrado alcalde de su pueblo. Tenía una gran caridad con los pobres.
Velando por la seguridad de sus hijos, no albergaba sacerdotes en su casa pero en una ocasión iba a buscarle albergue a uno cuando fue sorprendido y arrestado. A todo trance y con toda clase de tormentos se le quiso obligar a apostatar pero fue en vano. Iban a verlo a la cárcel su mujer y sus hijos, y un sacerdote logró llevarle la sagrada comunión, pero él les pidió a todos que no se expusieran por él, y consiguió que no le visitasen. En la soledad se preparó al martirio y cuando el 12 de diciembre de 1840 lo llevaron a ejecutar, ante la insistencia de que se salvara pisando el crucifijo, pidió que no le insistieran más, pues era para nada ya que no se apartaría nunca de la fe. Entonces fue decapitado. Fue canonizado el 19 de junio de 1988 por el papa Juan Pablo II.