Evangelio del día: Martes de la Tercera semana de Adviento

Evangelio según San Mateo 21,28-32.

Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
«¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: ‘Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña’.
El respondió: ‘No quiero’. Pero después se arrepintió y fue.
Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: ‘Voy, Señor’, pero no fue.
¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?». «El primero», le respondieron. Jesús les dijo: «Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios.
En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él».
 
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios. 
 

San Bernardo (1091-1153)

monje cisterciense y doctor de la Iglesia

Sermón 5 “de diversas materias” , 4-5 ( PL 183, 556. “Lectures chrétiennes pour notre temps”, Abbaye d’Orval, 1970), trad. sc©evangelizo.org

La voluntad de Dios es vida

El primer grado de la contemplación es pensar constantemente qué es lo que quiere el Señor, qué es su placer, lo que le agrada. Todos lo ofendemos en algo y nuestro orgullo choca contra la rectitud de la voluntad del Señor, cuando no podemos aceptarla ni ponernos de acuerdo con ella. Humillémonos bajo la poderosa mano de Dios altísimo y esforcémonos en poner nuestra miseria a la mirada de su misericordia, con estas palabras: “Sáname, Señor, y quedaré sano, sálvame y estaré a salvo” (Jr 17,14). Y también esas palabras: “Ten piedad de mí, Señor, sáname, porque pequé contra ti” (Sal 41,5). Una vez que se ha purificado la mirada de nuestro corazón con esos pensamientos, ya no nos ocupamos con amargura en nuestro propio espíritu, sino de las delicias del Espíritu de Dios. Ya no vamos considerando cuál es la voluntad de Dios respecto a nosotros, sino cuál es su voluntad en sí misma. Ya que la vida es la voluntad del Señor, indudablemente lo más ventajoso y útil será acordarnos con su voluntad. Por eso, si nos proponemos de verdad conservar la vida, pongamos verdadero empeño en no apartarnos del camino de la voluntad divina.

  • Luciano Gonzalez

    Locutor- Productor- Editor

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