
Evangelio según San Lucas 6,36-38.
«Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso.
No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.
Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes».
El amor del corazón de nuestro Padre
Los hombres pueden ser de gran diversidad: oscuros, impuros, leprosos, hidrópicos y enfermos, o mismo estar bajo un hechizo por seguir consejos maléficos del diablo. Pueden ser tontos o tercos para no ver los bienes del Señor, que merezcan acusaciones y reproches por sus innumerables olvidos, debiendo practicar la justicia y practicando el mal, rechazando el bien y despreciando la cruz y el martirio del Señor. A pesar de todo eso, Dios Padre tiene siempre una mirada plena de bondad por su obra hecha de barro y mira a sus hijos como un Padre y los lleva a su pecho. Porque es Dios, tiene por sus hijos el amor de un Padre pleno de cariño. En su corazón, el amor por los hombres es tal que su Hijo fue llevado a la cruz, como un manso Cordero… Pero hay también entre los hombres, muchos que están bellamente adornados con el precioso tesoro de las virtudes…
Santa Hildegarda de Bingen (1098-1179)
abadesa benedictina y doctora de la Iglesia