
Evangelio según San Lucas 13,1-9.
El les respondió: «¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás?
Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera.
¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén?
Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera».
Les dijo también esta parábola: «Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró.
Dijo entonces al viñador: ‘Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?’.
Pero él respondió: ‘Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré.
Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás'».
“Con Dios la sabiduría y el poder” (Jb 12,13)
“En los cabellos blancos está la sabiduría y en la edad avanzada, la inteligencia” (Jb 12,12). Estas firmes palabras acerca de la raíz de la sabiduría, toman toda su fuerza en el arte de vivir, en la prueba de la acción. Pero como frecuentemente es otorgada una larga vida sin que sea concedida la gracia de la sabiduría, es lógico nombrar ahora al que dispensa los dones. “Pero con Dios están la sabiduría y el poder, a él pertenecen el consejo y la inteligencia” (Jb 12,13). Aplicamos estas palabras pertinentes al Hijo único del Padre soberano, tomando consciencia que él es la sabiduría y la fuerza de Dios. Pablo también da testimonio a nuestra inteligencia cuando dice que es “Cristo fuerza y sabiduría de Dios” (1 Cor 1,24). Él, que es siempre en Dios porque “Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios” (Jn 1,1). Dios posee el consejo y la inteligencia. Consejo, porque ordena a sus actos; inteligencia, porque conoce los nuestros. La palabra consejo puede designar también la lentitud de su juicio secreto, ya que puede tardar en tocar al culpable. No porque no vea sus carencias a la justicia, sino para que veamos que la condenación diferida, en la perspectiva de una penitencia, procede de su consejo, aparentemente tardío.
San Gregorio Magno (c. 540-604)
papa y doctor de la Iglesia