El Papa Francisco se reune sacerdotes y religiosos de Córcega y reflexiona sobre los desafíos de transmitir la fe en un contexto secularizado. A ellos, les ha instado a centrar su vida y servicio en Dios y no en la vanidad y les ha pedido cuidar tanto de sí mismos como de los demás, equilibrando la vida ministerial con oración, descanso y fraternidad, evitando quejas y envidia. Finalmente, exhorta a los sacerdotes y religiosos a perdonar todo y siempre.
Mireia Bonilla – Ciudad del Vaticano
Un “gracias” del Papa Francisco hacia los obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados, consagradas y seminaristas de Córcega para después centrar su discurso en “la gracia de Dios”. Se trata de la alocución que ha pronunciado antes de rezar la oración mariana del Ángelus en la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción en Ajaccio ante el clero de la isla mediterránea.
Francisco, en su discurso, reflexiona sobre los desafíos que enfrentan los cristianos en Europa para transmitir la fe, especialmente en contextos que no siempre favorecen el anuncio del Evangelio: “Ustedes lo experimentan cada día, pues los ambientes en los que trabajan no siempre se muestran favorables para acoger el anuncio del Evangelio” y les recuerda que en el centro está el Señor: “No estoy yo en el centro, sino Dios. Esto es algo que quizá cada mañana, cuando sale el sol, cada pastor, cada consagrado debería repetir en la oración: también hoy, en mi servicio, que no esté yo en el centro, sino Dios”. Y dice esto porque Francisco considera que hay un peligro en la mundanalidad, un peligro que es la vanidad. “Ser un pavo real. Mirarse demasiado a uno mismo. Eso es vanidad. Y la vanidad es un mal vicio, con mal olor. Pavonearse”.Después, les hace una doble invitación: cuidar de sí mismos y cuidar de los demás.
Cuidar de sí mismos
El Papa les invita a “cuidar de sí mismos”, porque la vida sacerdotal o religiosa “no es un “sí” que hemos pronunciado una vez y para siempre: cada momento es necesario para decidirse a seguirlo”. Además, el Papa les recuerda que cuanto más un sacerdote, una religiosa, un religioso, se entrega, se desgasta, trabaja por el Reino de Dios, más necesario es también que cuide de sí mismo:
“Un sacerdote, una religiosa, un diácono que se descuida también terminará por descuidar a quienes le son encomendados. Por eso es preciso una pequeña “regla de vida” —los religiosos la tienen y luego no la cumplen — que incluya la cita cotidiana con la oración y la Eucaristía, el diálogo con el Señor, cada uno según su propia espiritualidad y su propio estilo”.
La importancia del descanso y la fraternidad para los sacerdotes
El Papa Francisco también les ha hecho un llamado a equilibrar la vida ministerial con el cuidado personal, la reflexión, el descanso y la fraternidad, elementos que considera “esenciales” para una vida religiosa plena y saludable: “Conservar algún momento en soledad; también tengan un hermano o una hermana con quien compartir libremente lo que llevamos en el corazón; cultivar algo que nos apasione, no para pasar el tiempo libre, sino para descansar de manera sana de las fatigas del ministerio. El ministerio, cansa, eh”.
Después, advierte: “Hay que tenerle miedo a esas personas que están siempre activas, siempre en el centro, que quizá por demasiado celo nunca reposan, nunca toman una pausa para sí mismos”. “Eso no es bueno” dice el Papa, recordando que los sacerdotes “necesitan espacios y momentos en los que cuiden de sí mismos”.
A estos “momentos” Francisco no se refiere a aprovecharlos para “hacerse un lifting para estar más guapo”, sino para “hablar con tu amigo, con el Señor y sobre todo con mamá. No dejes a la Virgen, por favor. Para hablar de la propia vida, de cómo van las cosas”. Y en este cuidado incluye otra cosa: la fraternidad entre ellos: “Aprendamos a compartir no sólo el cansancio y los desafíos, sino también la alegría y la amistad entre nosotros”.
La alegría debe ser compartida
Después, Francisco recuerda que, si un sacerdote no comparte la alegría, se impregna de vinagre: “Es feo encontrar a un sacerdote con el corazón amargado. Es feo. «¿Pero por qué estás así?» – «Eh, porque el obispo no me quiere». – «Porque hicieron obispo a ese otro y no a mí»”. En este sentido, el Papa aconseja a los sacerdotes evitar quejarse todo el tiempo: “Por favor, detente ante las quejas, la envidia. La envidia es un vicio amarillo, es amarillo” y eleva su oración para que el Señor “cambie nuestras quejas por danzas y nos dé sentido del humor y sencillez evangélica”.
Cuidar de los demás
En segundo lugar, el Papa les ha pedido “cuidar de los demás” asegurando que la misión que cada uno ha recibido tiene siempre un único objetivo: llevar a Jesús a los demás. Aquí, los invita a encontrar, en el contexto de hoy, las vías pastorales más eficaces para la evangelización: “No tengan miedo de cambiar, de revisar los viejos esquemas, de renovar el lenguaje de la fe, aprendiendo la misión de estrategias humanas, es principalmente cuestión de fe. Cuidar de los demás: del que espera la Palabra de Jesús, del que se alejó de Él, de aquellos que necesitan orientación y consuelo para los sufrimientos”.
Perdonar todo y siempre
“A los sacerdotes les digo que, en el sacramento de la reconciliación, no hagan demasiadas preguntas. Escuchad y perdonad”. La invitación final del Papa francisco es a perdonar “todo” y perdonar “siempre”. Aquí, les advierte de una cosa cuando se encuentran en el confesionario: “no torturen” con preguntas del tipo: dónde, cómo, cuándo, con quién… “¡Perdonen siempre!”
Una advertencia que no solo dirige a los sacerdotes, sino también a las religiosas y a los religiosos: “perdonar, olvidar cuando nos hacen algo malo; la comunidad ambiciosa se pelea… Perdonar. El Señor nos ha dado el ejemplo: ¡perdonad todo y siempre! A todos, a todos.”
¡Paz al mundo entero!
El Papa ha concluido con su frase preferida: “La guerra es siempre una derrota”. “¡Paz al mundo entero! especialmente para Tierra Santa, donde María dio a luz a Jesús”. Antes de rezar a la Madre del cielo, el Papa ha elevado su súplica para que la Santa Madre de Dios obtenga la anhelada paz para todos los territorios en conflicto: “Paz para Palestina, para Israel, para el Líbano, para Siria, para todo el Oriente Medio, para Myanmar, para el pueblo ucraniano y para el pueblo ruso”. Una paz que también pide para “las comunidades religiosas”, recordando que “la guerra en las parroquias es siempre una derrota”.