Francisco se reúne con los participantes en un encuentro promovido por la Congregación de las Monjas Canonesas del Espíritu Santo en Sassia y reflexiona sobre el sentido de «vivir sin nada propio», voto de pobreza expresado en la regla de la familia religiosa, invitándolos a hacer de sus corazones y comunidades templos de la Santísima Trinidad.
Sebastián Sansón Ferrari – Ciudad del Vaticano
La comunión, «vivir sin nada propio» y el servicio: son los tres aspectos que ha destacado el Papa Francisco en su audiencia con los participantes en un encuentro promovido con las Monjas Canonesas del Espíritu Santo en Sassia, que tuvo lugar este jueves 5 de diciembre en el Vaticano.
Al darles la bienvenida «en esta Casa de Pedro», el Santo Padre retomó algunos conceptos de la regla del beato Guido de Montpellier, como el de «la Santa e Individua Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, para proponer a todos los hermanos —y hermanas— presentes y futuros de la Orden, un proyecto de vida ilusionante».
En este sentido, el Papa alude al proyecto que se alinea con la reforma que Inocencio III impulsó en la vida religiosa y que más tarde cristalizará en las nuevas Órdenes mendicantes. «Es interesante ver cómo el plan de Dios macera en la cocina del corazón -y de esto saben mucho las monjas, las hermanas-, y las notas de sabor y color van impregnando las reglas de vida, para después difundir su perfume a toda la Iglesia».
«Vivir sin nada propio»
El Sucesor de Pedro hizo referencia al voto de pobreza que en la regla está expresado de una forma particular: «Vivir sin nada propio». Una expresión que, como aclara Francisco, no significa simplemente una vida esforzadamente sobria y desprendida, sino comprender que somos huéspedes en la Casa de Dios que nos acoge, compartiéndola con los pobres a los que estamos llamados a servir.
En efecto, el Pontífice acotó que los primeros religiosos hablaban de esta pobreza como «comunión», asumiendo el ejemplo de la Iglesia primitiva en la que, como está escrito en el Libro de los Hechos de los Apóstoles, «todos los creyentes se mantenían unidos y ponían lo suyo en común».
El Papa les habló también de la vida fraterna, que implica mucho más que compartir espacios, tareas y servicios. Más bien, consiste en «hacer una donación total de nosotros mismos a Dios en el hermano, una donación sin reservas». De hecho, el Santo Padre les ha enfatizado la necesidad de vivir «sin nada propio, dejado en la recámara de las seguridades mundanas, o nada propio escondido ahí en la celda, o en el bolsillo, o peor todavía, en el corazón».
Solo desde esa libertad, precisó el Papa, podemos comenzar un proyecto en el que avanzamos juntos y del que somos signo escatológico, el viaje hacia donde el Señor nos convoca, el viaje al Cielo.
En la última parte de su intervención, Francisco deseó que «María, hija predilecta del Padre, madre de Dios Hijo y esposa del Espíritu Santo, los sostenga en este camino para hacer de los corazones de ustedes y de sus comunidades templos de la Santísima Trinidad».