
Evangelio según San Lucas 5,27-32.
El, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.
Leví ofreció a Jesús un gran banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a la mesa con ellos.
Los fariseos y los escribas murmuraban y decían a los discípulos de Jesús: «¿Por qué ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?».
Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: «No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos.
Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan».
“El hombre se levantó y lo siguió.” (Mt 9,16)
Qué bueno eres, Dios mío, cómo te apresuras a levantar a los pecadores, a gritarles: “¡Esperanza!” ¡Cómo te muestras, desde las primeras páginas del evangelio como Buen Pastor, Padre del hijo pródigo, médico divino para los enfermos! Parece que tomas por obligación, desde las primeras páginas del evangelio, repetirnos una y otra vez: “No quiero la muerte del pecador sino que se convierta y viva.” (Ez 18,23) O Dios, Padre de misericordia, nos quieres decir que hay esperanza y gracia incluso para los culpables, irremediablemente envilecidos, los más desgraciados, los más manchados por la culpa. Los que a los ojos de los hombres son los más despreciables y hundidos, son para ti nobles y agraciados a tus ojos. Que se arrepienten, que digan como David: “He pecado.” (2S 12,13) Tú abres generosamente los tesoros de tu gracia para estas almas que el mundo da por perdidas y que tú has reencontrado, regenerado, purificado, embellecido. Ningún favor tuyo les es negado, ninguna grandeza les es inaccesible. Por muy bajo que caigamos ¡no desesperemos nunca! La bondad de Dios está por encima de todo mal posible. “Aunque vuestros pecados como la escarlata, quedarán blancos como la nieve.” (cf Is 1,18) No hay ningún momento en nuestra vida en que no fuera posible empezar una existencia nueva…separada como por un muro de nuestras infidelidades pasadas.
San Carlos de Foucauld (1858-1916)
ermitaño y misionero en el Sahara